Dos locos superpuestos
saltando barreras de espirales,
elefantes maltrechos
de ocho patas
se arrojan por los acantilados;
la lúcida locura
domina los islotes
de los submundos del clavel.
Mi buen amigo, no mires
hacia atrás, el sapo
está en el faro
vigilándote; cuida tus pasos,
el mago trae un acicate
para el camino.
La luna sangra
entre bastidores
esperando que alcances la cima;
si el vacío
te persigue en tu carrera
más allá del océano,
susurra en su oído
el pérfido suplicio
de su imagen
haciéndose añicos.
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