Sin sentimientos

Sin sentimientos

Nigua33

15/03/2025

La casa estaba en completo silencio, apenas iluminada por la tenue luz que se colaba por las ventanas. Janhekua llevaba horas despierta, observando el techo de su habitación mientras la mente no dejaba de girar en torno a lo ocurrido esa noche. El atraco había salido perfecto, como siempre. Pero lo que realmente la mantenía en vela no era el golpe en sí, sino Jacob.

Sin molestarse en ponerse algo más que la camiseta larga que llevaba puesta, se levantó de la cama con pasos silenciosos y cruzó el pasillo. La puerta de la habitación de Jacob estaba entreabierta, como siempre que él dormía despreocupado, como si el mundo no pudiera alcanzarlo.

Sin pedir permiso, empujó la puerta con suavidad y se adentró en la habitación. Jacob estaba tendido boca arriba, el torso desnudo al descubierto y la sábana apenas cubriendo sus caderas. Janhekua lo observó por un momento, calculando, sopesando lo que iba a hacer, antes de acercarse a la cama.

—¿Vas a quedarte ahí mirándome toda la noche? —murmuró él, sin abrir los ojos, pero con una sonrisa apenas perceptible en los labios.

—Duermes como un muerto —replicó ella, sin pizca de emoción en la voz, como si no fuera ella la que había cruzado la casa en mitad de la noche para meterse en su cama.

Jacob abrió los ojos lentamente, observándola con curiosidad, pero ella no le dio tiempo a preguntar nada. Levantó la sábana y se deslizó junto a él, fría y precisa en cada movimiento. Se acomodó a su lado sin buscar su abrazo, simplemente dejando que su piel rozara la de él.

—¿Pesadillas? —preguntó él, un atisbo de preocupación en su voz.

Ella negó con la cabeza, clavando la mirada en el techo.

—No podía dormir —respondió con simpleza.

Jacob deslizó una mano por su cintura, dibujando círculos perezosos con los dedos, pero ella no reaccionó al principio. No hasta que él comenzó a besarle el cuello, probando su paciencia como siempre hacía. Entonces, giró el rostro hacia él, encontrando esos ojos oscuros que parecían querer leerla.

—¿Tienes algo en mente o solo viniste a ocupar espacio? —preguntó él con una sonrisa ladina.

Janhekua lo miró fijamente, sin parpadear, y dejó que su mano bajara por el pecho de Jacob, recorriendo su abdomen con una lentitud intencionada.

—¿Siempre tienes que hablar tanto? —murmuró ella, cortante, antes de inclinarse para besarlo con una mezcla de frialdad y deseo contenido.

El beso fue intenso pero carente de ternura, casi como si estuviera probándolo, retándolo a seguirle el ritmo. Jacob se dejó llevar, respondiendo con una fiereza que igualaba su falta de delicadeza. Cuando intentó acariciar su espalda, ella lo detuvo, sujetando su muñeca contra el colchón.

—No intentes controlarme —advirtió en un susurro helado, mientras sus labios rozaban los de él—. Esta noche hago lo que quiero.

Jacob sonrió con esa mezcla de burla y admiración que siempre le provocaba.

—Hazlo, entonces —desafió, sin oponer resistencia.

Sin más palabras, Janhekua se acomodó sobre él, sus movimientos seguros y decididos, reclamando cada centímetro de su piel como si fuera un trofeo más de su colección. Jacob se dejó llevar, comprendiendo que esa noche ella no buscaba consuelo ni ternura, sino liberar la tensión que llevaba acumulada.

El ritmo fue rápido, preciso, casi brutal en su urgencia. Janhekua no le dio tregua, obligándolo a mantenerse al día con cada movimiento decidido de sus caderas. No había caricias dulces ni susurros al oído, solo el sonido de sus respiraciones mezcladas y el choque de sus cuerpos en una batalla silenciosa.

Cuando todo terminó, ella se deslizó a un lado sin una sola palabra, respirando aún con agitación, mientras Jacob la observaba con una sonrisa satisfecha.

—Siempre tan fría… —murmuró él, divertido.

Ella se encogió de hombros, sin molestarse en replicar, simplemente cerrando los ojos y dejándose arrastrar por el agotamiento. Jacob no insistió en hablar más; sabía que esa era su manera de lidiar con lo que sentía.

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