No siempre sabemos cuándo comienza una historia, pero a veces, un solo instante basta para que todo cambie. Como si el destino jugara con nuestras vidas, moviendo las piezas en un tablero invisible, cruzando caminos que parecían destinados a nunca encontrarse. Así me pasó con ella.
Durante mucho tiempo, fui un solitario atrapado en un limbo donde el amor siempre pasaba de largo. Construí muros tan altos que ni siquiera me permitía ver lo que había al otro lado. Pero en mi momento más vulnerable, apareció ella. Con su seguridad, con su certeza de que las cosas simples pueden ser hermosas, con su valentía de arriesgarse sin miedo a perder. Y, de repente, me encontré en medio de una historia que nunca imaginé que escribiría.
Siempre creí que los recuerdos eran caprichosos, que la memoria distorsiona y embellece lo que nos duele o lo que tememos perder. ‘Eterno resplandor de una mente sin recuerdos’ nos enseñó que incluso si pudiéramos borrar el pasado, el amor encontraría la manera de regresar. Porque hay conexiones que desafían la lógica y el tiempo, la memoria y el olvido. Y así siento esto: como un lazo que se formó antes de que siquiera pudiera entenderlo.
También aprendí que cada decisión, cada pequeño detalle, nos lleva a lugares inesperados. Como en ‘Efecto Mariposa’, donde un solo cambio puede transformar todo el curso de la historia. ¿Qué hubiera pasado si aquella amiga no nos presentaba? ¿Si ella no hubiera tenido la certeza de lanzarse sin miedo? Quizás seguiría atrapado en mi propio laberinto, viendo pasar la vida sin atreverme a vivirla.
Pero aquí estoy, comenzando una historia sin garantías, sin certezas, solo con el deseo de que lo que dure, sea hermoso. Porque a veces, lo único que necesitamos es alguien que nos haga ver lo simple de las cosas, lo simple del amor. Y en este momento, eso es más que suficiente.
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