Han pasado algunos atardeceres y bastantes noches de insomnio desde que se quemaron todos los recuerdos, ya no había referencias a pie del corazón, ojalá fuera una hoja en blanco pero duele afirmar que es una hoja totalmente arrugada y demasiado frágil pues en ella se escribieron tantas palabras marcadas con fuerza, con ilusiones y amor; se han difuminado en la superficie algunas palabras pero otras aún se han quedado impregnadas con tiza imborrable, las luchas internas no cesan, se atizan con facilidad cuando llegan los ventarrones de la nostalgia y la añoranza, es como si el fuego estuviera vivo aunque sólo se vean las cenizas de lo que alguna vez fue, está esa sensación de calor pero titiritando sin cesar.
Se dispuso a recordar cómo fue ese día que lo cambio todo, cuando su vida se envolvió en un torbellino de locura y tristeza. Fue una mañana como cualquier otra, se despertó al escuchar la alarma programada de todos los días, recibió el mensaje de siempre, el de la misma hora, ella se escuchaba bien aunque con el frío en sus palabras se presentía un sensación de lluvia, no le dió mucha importancia y continúo con sus actos cotidianos, lavarse los dientes, tomar una ducha, prepararse un té caliente, repasar sus actividades, y se dispuso a alistarse junto a su pequeño amor a ir a otra jornada más escolar, la llevó como todos los días a la escuela, iban tomados de la mano, con la valentía de quien desea vivir estás horas como algo novedosas. Llegó a su casa, se preparó el almuerzo, se puso a escuchar un poco de música para después preparar un café, utilizo el método del aeroexpres, se acomodo en la terraza para disfrutar de su primer café acompañado por su respectivo compañero fiel, el tabaco, al poco tiempo se dispuso a descansar unas horas, y a media mañana recibió la llamada que lo predispuso a lo que sería todo su martirio del día, las palabras fluían de un lado a otro hasta que menciono que ya no quería la relación, estaba asfixiada por el sobrepensar y el querer cambiar las cosas, lo había mencionado en días anteriores, lo anuncio como quien predice el futuro con incredulidad y seguridad a la vez, no lo quería aceptar en días pasados pero ese día, comprendió que era difícil vivir al lado de quien no quiere estar, y eso no solo duele, anestesia el alma, petrifica al corazón, lo aniquila lentamente, y la escucho, se dió la oportunidad de pensar que tenía que dejarla ir, y por ese pequeño bálsamo de aceptación comenzaron a salir las lágrimas a mansalva, su llanto era incalculable, aunque la llamada se había pausado y todo aún estaba en el aire, él ya sabía cuál era su futuro, estar sin ella, y seguía abatido entre sus cobijas, en esa oscuridad tramposa del día, no quería levantarse, sus pies no tenian la fuerza para andar, saco la voluntad del destierro, y tuvo que seguir andando porque el día y las costumbres cotidianas no se detienen sólo por unas palabras plagadas del dolor que mata, siguió el plan del día, hacer la despensa, pensar qué comer, pero su corazón estaba golpeado, iracundo, no podía comprender por qué si ella, aún pronunciaba las palabras de amor quería eliminar el lenguaje de los amantes; por qué aceptaba las muestras de amor para después ignorarlas y despreciarlas como una gota en el temporal de lluvias; por qué si había amor prefería el sufrimiento y la tristeza; no había razones para entender semejante actitud. Fue a recoger a su más preciado tesoro, se puso la máscara y tomo la actitud de quien no sabe nada y todo sigue igual, todavía le preguntó a ella si quería algo de comer, el tiempo no se resguarda en la tristeza se hace presente con la vida, con el movimiento, dejó que los minutos anduvieran de un lado a otro, hasta que ya no pudo más y pidió hablar, verse, pudieron hablar, se encontraba mal, estaba arrinconado como esas especies del reino animal que al sentirse heridos buscan un espacio para sanar o morir lentamente, empezaron a hablar, a repetir el monótono funcionamiento de la comunicación, la decisión era la misma, no había una oportunidad de cambio, tenía que ser así, despedirse del universo creado, decir adiós al andamiaje construido por años; él se resistía a la decisión, le propuso otras vías para poder llegar juntos a un mismo puerto, pero ella quería navegar sola, quería andar sola, desprenderse y alejarse de esta barca, se aferró e incluso su necedad y orgullo lo hizo a un lado con la intención de sujetarla, porque sabía muy bien que tendría muchos días de dolor y locura, las puertas del diálogo se cerraron, ya sin ideas frescas y fraternales, quedaron en verse para hacer entrega del contrato y a su vez suspenderlo, se vieron de frente, sus miradas no sólo eran tristes sino con mucho miedo, con la actitud sobrada y empoderada ella le entrego lo que por años había sido su compañía, esa cadena de aniversario y unos aretes de la misma intención, él no los quería recibir porque al hacerlo estaba aceptado la pena de muerte, con la seguridad de quien sabe lo quiere ella los puso en su manos, se las entrego, y con las lágrimas en los ojos se tomaron de la mano y ella le dijo «discúlpame por todo este sufrimiento que te hago pasar, es necesario apartarme, distanciarme de ti, no es lo que quiero en este momento, te amo muchísimo, pero por ahora no puedo estar contigo», él solo cerró los ojos y no podía creer lo que estaba escuchando, y sólo pudo pronunciar las siguientes palabras, «esto se ha terminado, ya nunca más me busques, tampoco quiero que sepas de mi y aunque me esté muriendo no preguntes por mi, ni te preocupes ya, esto se ha terminado y te prometo que haré lo mismo, así te estés muriendo, no te voy a buscar» y sujetando la cadena con mucha fuerza, le dijo, «esto no llegará a casa, lo siento». Y se fue con el corazón mal herido, fue y dejo la cadena en su lugar prometido, compró un par de cervezas y en la camino a casa, se quebró, todo su mundo estaba colapsando, no podía dejar de llorar y llorar, nunca se había sentido así, tan triste, iracundo y frustrado. Al fin, la locura lo tenía entre sus manos, se sintió morir de pie.
Habló con su buen amigo el Machín, sus palabras fueron certeras y contundentes, había mucho que pensar, al menos las lágrimas habían cesado, su atención ahora se fue en lo que tenía que hacer, destapó otra cerveza con la finalidad de pensar pero tenía que celebrar, tenía que seguir con el duelo, ese duele fantasioso del primer día, las canciones fueron su mejor momento para explotar toda esa rabia que sentía, al poco rato llegó su bien amiga Lizeth, lo escuchó, le prestó la atención necesaria, se embriagaron juntos en ese sentimiento de dolor, pudo hablar con libertad y al poco rato quemaron lo único que tenía físicamente de ella, se abrazaron en medio del fuego del adiós, hubo un consuelo en medio de la embriaguez, ahí estaba con ella, dándole el último adiós a los detalles del amor. Se fueron a descansar, cada uno a su casa, el se quedó tumbado y postrado con una actitud derrotista en su cama, cerró los ojos y se disculpo con su corazón, ya no hubo respuestas. Al sonar la alarma del día siguiente, aún estaba sedado por el alcohol, pensó que ya era tarde para ir con su pequeño amor, pero al ver la hora era muy temprano, y pensó, tengo que ir a comprobar una cosa que ya lo había pensado en días anteriores, ir a ver cómo llega ella a la espera de su raid, y así fue, se dirigió a la calle por dónde pasa, escondió su carro y se puso a esperar que pasará, hasta que pasó un carro rojo, el que tanto extrañaba ella, no lo podía creer todo se ajustaba a sus dudas, fue detrás de ellos, se puso en un lugar donde no lo vieran, ella se bajó del carro y fue al mismo lugar de todas las mañanas, pasaron por ella, él se fue a casa sin antes comprobar que ella estuviera segura que lo vió, y así fue, paso a un lado del carro donde viajaba ella, él aceleró no supo que hacer, estaba si bien indispuesto físicamente por la noche anterior, su cabeza estaba muy centrada, por fin se había dado cuenta del por qué ya no lo quería, eso fue un golpe tan fuerte que aún no se repone del todo, está adolorido, triste y nauseabundo, pero feliz porque sabe la verdad detrás de tanta mentira y sufrimiento. Se siente descansado, han pasado siete días después de todo esto, y no es el mismo, aún carga el dolor pero ya va sanando, por fin se ha liberado, al escribir estás últimas palabras… lo acepto.
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