Ella vociferaba a los cuatros vientos que necesitaba un encuentro con la soledad, quería encontrarse en un equilibrio perfecto pero no sabía qué quería de su vida solo quería apartar a todos aquellos que la querían. Y para llevar ese plan tan humano necesitaba mentir, las mentiras alteran la realidad aunque por momentos la hacen más llevadera, se dispuso a llorar en una postura sobrada, a pedir distancia y lejanía para si misma, no sabía cómo decirlo y se atrevió por fin, le dijo a él, ya no quiero estar contigo, me siento sobrepasada en mis emociones necesito que terminemos la relación, ya no quiero estar aquí haciendo de tu amor un sufrimiento, quiero que te apartes de mi no deseo lastimarte más, él sorprendido por semejante postura no sabía qué decir, y tomo todo el arsenal que estaba en su corazón y trato de dar una solución real y racional, hablo, suplico y hasta parece que mendigo un grado de conciencia por todo lo que estaba viviendo, su intención no era alejarse de ella, sin embargo cuando las palabras no son suficientes no hay amor más grande que la aceptación y el adiós es lo más viable en tiempos de pereza relacional. Se despidieron entre lágrimas, se venció el contrato del amor cuando ella le regreso una cadena de pulso de catorce corazones, él se sumergió en un mar de lágrimas que lo estaba asfixiando, ya no pudo más y como último acto de amor, la espero pasar fuera de su casa y comprobó que ella ya tenía otro amor, y así se dió cuenta que todas sus palabras fueron una mentira porque la realidad se impuso ante el sentimiento.
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