Aquellas tiendas-bar tradicionales
que muchos hemos conocido,
que hoy ya han desaparecido
porque nadie ha seguido,
algo más que se ha perdido.
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Un torrente de nostalgias,
un viaje en el tiempo
que toca nuestra memoria,
que evoca el recuerdo
y nos traslada a otra época.
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En Coaña, cinco tiendas conocí,
casa Luciano, casa Nieves, casa Antonia,
casa Generosa, casa Cándido,
pero hoy ya no queda ninguna,
todas acabaron cerrando.
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Solo queda recordar
aquellos paraísos de todo,
con su venta a granel,
arroz, azúcar, garbanzos…
en cartuchos de papel.
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Se compraba mucho a «fiao»
apuntando en la libreta,
pagando cuando podían,
y lo hacían sin intereses
aunque pasaran los meses.
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Sin plástico ni congelado,
no lo había por ningún lado:
se compraba a cuartos, a medios,
se pagaba con reales y pesetas
porque tampoco había tarjetas.
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No podía faltar
aquel papel de estraza
que servía para envolver
y donde el tendero hacía
la cuenta, una y otra vez.
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Pero el papel importante
era el de aquellos rollos,
que todos conocimos
como el papel «Elefante»
para dejarlo bien brillante.
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Tenías lo que necesitabas,
al alcance de tu mano,
aceite, vino, arenques…
y ese trato tan cercano
en tu pueblo, en tu barrio.
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El tiempo es el que pasa,
pero los recuerdos quedan, de
aquellas tiendas de ultramarinos
a donde solían ir los vecinos,
a charlar y tomar unos vinos.
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