El principio básico
de dibujar la mente
con mi pulso,
esas deformes estrías
que siempre perduran
debajo del mantel.
El desafío de escribir
en una hoja sucia,
desesperada, hambrienta…
Y a la letra no le imprta,
se arrebuja,
sumerge sus patitas heladas en el papel.
Sin este prodigio
sería imposible comunicarme.
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