Recostada sobre aquella roca mirando el cielo. 

A pesar de que no era una roca tan alta, si estiraba mis brazos era como si tocara el cielo, ese techo de celeste infinito sobre mi. 

Los últimos rayos de sol viajaban y llegaban hasta mi cara, pero no eran molestos. No, cómo serlo en aquel paisaje, con aquella música que me rodeaba…el viento susurrando en mis oídos y el mar acariciando las rocas.

Sublime. Sin pensar, solo sentir.

Paz, armonía, tranquilidad, plenitud.

¿Quién dijo que no se podía volar?

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