¡Damián, mi Damián!
¿Dónde se quedó? ¿Dónde se quedó lo que vivimos, de tu mirada sonriente con 6 años jugando en el parque, de tu primer día en la escuela de mayores, que entraste mirando a todos lados sin reconocer a nadie, asustado, a la vez que ilusionado con esa corbata negra que te obligó a poner tu madre, con la chaqueta tres tallas más grande de tu hermano Juan Luis, elegante y altivo, enfrentándote a la vida con 21 años en el salón de tu casa, colgando en tu cintura el reloj de tu abuelo Nemesio y en tu mesa leyendo una y otra vez aquellas crónicas que tanto te preocupaban para el periódico? ¡Maldita imprenta! Tanto trabajo te mató.
Recuerdo perfectamente, saliendo de la escuela con Elena, mi compañera de costura, la sensación de ver la calle tras unas horas de clases aburridas y volver a respirar. Madre me esperaba a la salida, siempre con cara de rancia y avergonzada por reírme tanto. Siempre me increpaba: ¡no era de señoritas reírse a carcajadas! Ya sabes cómo era madre.
¡Qué guapo estabas el día de nuestra boda! No lo olvidaré nunca, todo un galán. Yo me sentía hermosa, me lo repetiste 30 veces, mientras madre me retocaba las flores de mi corona por el pasillo, dirección al salón para hacernos la foto. ¿Te acuerdas cómo me rozabas la mano sin que padre nos viera? Todavía noto el roce de tus dedos y mis lágrimas de alegría. Sigo mirando esa foto; madre no nos dejaba reírnos, aunque nos costó, pero al final conseguimos la foto de seriedad que ella nos pedía.
Te echo de menos, Damián, Damián, mi marido.
Las cosas han cambiado un poco por el pueblo. Ya no soy la Luz que era antes, risueña, bromista, guapa. En ocasiones no sé quién soy ni qué hago aquí. Tanto tiempo sin ti, 30 años desde que te fuiste. No dejo de escribirte, como bien sabes; creo que es lo único que me hace sentir viva. Te sigo sintiendo a mi lado.
Elvira, tu niña, Barriguitas como la llamabas, ¿te acuerdas? Se casó con Hugo, un hombre bueno; es militar. Padre nunca lo hubiera consentido. No vienen mucho por el pueblo; la verdad es que no vienen desde hace más de 2 años. ¡Bueno, es normal! Tienen mucho trabajo. Yo me apaño bien en casa, aunque ya es muy vieja, ¡como yo! Me ayuda mucho Nicasio, el marido de Pepa. Por cierto, Pepa se murió unos meses después de tu marcha; se atragantó con un poco de pan, se asfixió, nadie pudo hacer nada. Nicasio viene a traerme fruta, alguna verdura y también algún dulce. Es un buen hombre; hablamos un poco y nos acordamos de los años pasados. Creo que no me viene bien porque luego me quedo muy floja y me siento más sola. Creo, Damián, que pronto te veré. Aquí ya no hago nada, mi vida terminó con tu marcha; esto ya no tiene sentido.
¿Dónde se quedó? Damián, ¿dónde se quedó lo que vivimos?

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