En un pequeñito pueblo bañado de un río donde se pasaba lentamente la hora como un sueño, vivía esme. Su hogar, una cabaña de madera protegida de un jardín de flores salvajes la llamaba hogar. Amaba su hogar, a su gato noah compañero de aventura, y sus historias que su abuela se la traía con la llegada de la noche.
Pero la guerra, un vendaval de penumbra, irrumpió de repente en sus vidas. Soldados de uniforme gris de cara de piedra y de ojos vacíos llenaron sus calles. El miedo se adueñó de cada recoveo, y el jardín, un destello de colores, se secó con la brutalidad de la guerra.
Un día, mientras se distraía entre las ruinas de una iglesia, se tropezó con una caja de madera. En ella, un pajarito de madera pulimentada con cuidado, quizás con la idea de levantar vuelo. Al tocarlo con la punta de sus dedos, una emoción cálida la inundó, un destello de esperanza entre la oscuridad.
Esa noche, tomó entre sus brazos la guadaña de madera y soñó con un mundo donde la paz revivió. Al amanecer se sintió con algo que hacer. Con la salvajes flores que aún quedaban en su jardín hizo una guirnalda que puso alrededor del cuello de la guadaña de madera.
Con el corazón lleno de esperanza, llevo la ave hasta la más alta de entre la ruina de la iglesía. Allí la más alta de la rama puso allí su obsequio la ave, con su guirnalda de flores se hizo un emblema de paz entre la guerra.
esme sabía que su pequeña gesto no detendría la guerra, pero pensó que tenía la potencialidad de un símbolo. Su pajarito era un faro de esperanza, un recordatorio de que la belleza seguía allí presente en la tierra. En ese gesto de amor, esme se sintió con la energía de seguir adelante, de aferrarse a la esperanza de un más bello mañana.
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