No reconozco el instante
en que rompí mis pies
contra la solidez de la flor,
rodando en mi mente,
inconsciente, subyacente,
atravesando claros
que oscurecen la raíz de mi bondad.
Amargas el cielo cuando te quiero,
rompes los años y las manos
que alguna vez te acariciaron.
Es absurdo decir que fuiste feliz
cuando después arrojas lo peor de mí.
Para existir hay que entender
que nada es tan malo,
que nada es tan bueno,
que somos… o dejamos de ser.
Si ves los senderos bifurcados,
elige el tuyo sin miedo,
que yo sigo el mío,
hacia mi felicidad.
Y si tu alegría no va con mis pasos,
es mejor que sigas de tu lado,
pues ya me soltaste la mano.
OPINIONES Y COMENTARIOS