El cielo está llorando todas esas lágrimas que yo no supe derramar. Me pido perdón por las veces que me hice la sorda y no supe escucharme. Me quito la coraza, me descalzo y empapada de esas lágrimas corro hacia el próximo relámpago que me pueda alcanzar. Pido clemencia a mis ancestros, ellos me responden que solo soy yo quien la niega. Me rindo y suelto las cadenas que me anclaban en ese lugar que no soy capaz de tocar fondo. Ya no me importa en que océano hundirme a través de las profundidades. Con el pecho descubierto naufragaré y resurgiré como nunca antes lo había hecho. No quedan más verdades ocultas, no existen más vendas que tapen mis ojos. Tan solo la certeza de que habrá un nuevo día. Con mucho más sentido, con menos carecimiento del que hoy en día cabe. Me estoy desprendiendo de mi antiguo ser, mi nuevo yo aprieta de una manera resquebrajante. La piel no puede dar más de sí y mi alma pide a gritos que deje ir lo que ya fue. Es atemorizante pero hermoso ver morir para poder ver nacer. Todo espíritu lo sabe, los que a veces no lo sabemos somos nosotros. Es hora, me susurra mi corazón. Mi mente llora como una niña pequeña porque aún no sabe caminar a través de estos lugares. Me repito: «es un proceso, disfrútalo». Lo que hoy duele mañana será parte de mi magnífica historia. Esa historia en la que nunca elijo rendirme, en la que me permito caer y jamás acepto quedarme para siempre en el suelo. Hoy soy mucho más completa, besando cada uno de mis pedazos. Comprendiendo que así de complejo es el ser humano y aún así, por encima de todo, amando con locura esta vida.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS