En las mañanas, al despertar, siento como si estuviese dentro de una prisión. Una cárcel que yo misma creé, de la cual no quiero salir jamás.
Allá afuera hay peligros, hay personas. Y eso es lo único que me aterra.
Si saliera de mi prisión, no podría ser quien realmente soy, pues debería adaptarme a ellos, porque son mayoría y se creen con el derecho de juzgar e imponer.
Por eso soy feliz acá, donde nadie me conoce. Nadie sabe quién soy, ni siquiera yo.
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