Me hueles a hierba recién cortada,
también al pan que hacía mi abuela.
Me hueles a lluvia, a esa tierra mojada
que pisan mis pies hoy como ayer.
– – – – –
Me hueles a ropa lavada en río,
la que secaba con el viento en el tendal.
Me hueles a jabón Heno de Pravia
aquel suave perfume de cada mañana.
– – – – –
Me hueles a cerezas y a manzanas,
las que siempre cogía de las ramas.
Me hueles a moras y a limón,
a guindas con anís en el salón.
– – – – –
Me hueles a hierba seca en el varal
y a la paja guardada en el pajar.
Me hueles a río y a montaña,
a brisa, a flores, a musgo, a brezo.
– – – – –
Me hueles a los pobres que pedían
una limosna puerta por puerta.
Me hueles a riqueza y a pobreza,
también a alegría y a tristeza.
– – – – –
Me hueles a escuela, a tinta,
a secante, a goma de borrar.
Me hueles a pizarra, a tiza, a cabás,
a esas cosas que ya quedan muy atrás.
– – – – –
Me hueles a iglesia,
a incienso, a cantos, a rezos.
Me hueles a cirios, a letanía,
a un rosario que bien largo se me hacía.
– – – – –
Me hueles al café de la mañana,
al arroz con leche y la empanada.
Me hueles a ese hogar donde crecí.
donde lloré, reí, y mi infancia viví.
– – – – –
Sí, me sigues oliendo así, a tierra, a pan
y a esas gentes que ya no están.
Me gusta volver, sentirme niña chiquita,
aquí, donde me siguen llamando Elenita.
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