M.J., 24 años. Tres años ejerciendo. Administradora.
La falta de experiencia en este contexto se siente y evidencia en la primera búsqueda rigurosa en la plataforma mileróticos. La evidente sugestibilidad de los perfiles ofreciendo sus servicios incomoda. La costumbre del pudor, el recato se pierde totalmente allí.
Para quien no está acostumbrado, una teta al aire libre, aún si se trata de una foto virtual, es una novedad que no se sabe cómo interpretar. Curiosamente, y a partir de la repetición consecutiva de la pérdida de pudor, es fácil acostumbrarse y normalizar el desnudo. Puede que el objetivo claro y primordial de la búsqueda justifique la actitud ciertamente indiferente para el primerizo en la plataforma. Aun así, no se trata de una extinción de los sentidos y las emociones. La carne, expectante y anhelante, se sabe emocionar ante la sugerente propuesta ofrecida en cada uno de los perfiles. En este sentido, puede que los incautos, los desesperados, los esclavos y víctimas de sus propios deseos e impulsos no puedan más que entregarse a todos los ofrecimientos que se le proporcionan en la plataforma en forma de perfiles con descripciones gráficas y narradas muy explícitas.
La prioridad, especificada en la falta de experiencia en ese primer contacto, pretende la búsqueda de un perfil a partir de experiencias otorgadas por clientes. Dicha intención, de cierta manera, pretende garantizar la confiabilidad de dicho perfil, aunque los métodos no sean los más confiables. Aun así, la prioridad radica en minimizar los riesgos propios de quien apenas tantea el terreno. De esta forma, se consideran cinco perfiles, con experiencias favorables, que no dan indicativo de peligro alguno. Además, la ubicación facilita enormemente la ejecución de la entrevista.
Para hacer el contacto, la misma plataforma mileróticos ofrece enlazar el contacto de la ofertante con el chat de WhatsApp. Curiosamente, al realizar el enlace, la plataforma sugiere un mensaje que demuestra el interés del solicitante, de manera ciertamente explícita y poco recatada. Esta posibilidad se descarta totalmente, ya que no demuestra el verdadero propósito del contacto. Como se especificó en el apartado anterior, para hacer el contacto y la consecuente invitación a la entrevista, se opta por la verdad. De este modo, se establece el contacto de manera respetuosa, anónima, evidenciando las razones de manera muy resumida, extendiendo la invitación a hacer parte del proyecto a partir de una entrevista y dejando en claro que se cubrirá el monto económico del tiempo requerido para dicho propósito. Esta metodología se decide implementar con los dos primeros perfiles, que reciben el mensaje inmediatamente y, consecuentemente, la confirmación ofrecida por WhatsApp de haber sido leído en su tradicional forma de palomitas azules. Consecuentemente, ninguno de los dos perfiles contactados responde a la invitación. Así, se establece una nueva estrategia para el contacto. Se saluda y se especifica la ayuda de la plataforma mileróticos para realizar el contacto, no se especifica la razón del mismo, con el fin de analizar sí, de esta forma, se asegura algún tipo de respuesta. Cosa que se da, de manera casi que inmediata. Dicha respuesta se traduce en un trabajado mensaje que devuelve el saludo, ofreciendo el nombre, sus servicios, sus deseos, sus tarifas, en algunos casos la ubicación y, finalmente, la invitación para confirmar el deseo de dichos servicios. Todo lo anterior bajo un evidente, intencionado y curioso trato tierno, romántico y sensual. Inmediatamente, se extiende la invitación ya descrita al nuevo contacto que ha sabido responder, sobreentendiendo que es la invitación a una actividad ajena a lo entendido por su profesión lo que hace rehusar la respuesta.
Dada la constante negativa, se extiende el radio de búsqueda, pretendiendo así cambiar la suerte. De esta manera, surge un perfil de interés dada su disposición para la conversación. Aun así, la ubicación es un obstáculo que impide el encuentro. La mujer, a este respecto, ofrece una alternativa.
—¿Por qué no hacemos la charla virtual?
Es una alternativa muy válida y en consideración, aun así, la prioridad en hacer el encuentro presencial se sobrepone. No se malinterprete, aunque, claro está, la tentación siempre reclama atención en todo este proceso. Lo que en realidad interesa es descubrir los secretos del lenguaje corporal, ya que las miradas, los gestos, las posturas, el tono de voz, los movimientos, todo ello habla, resulta mucho más real y sugerente que las palabras en sí mismas. En este sentido, un contacto virtual puede limitar, en cierto grado, esta experiencia.
Después de cierto tiempo y paciencia acumulada, se logra pactar el encuentro un miércoles en la tarde.
De camino al lugar, ciertas cuestiones ponen en duda las intenciones que andan por las calles de la ciudad. En primer lugar, el hecho de que aquella presunta voluntad y disposición para la conversación esconde un verdadero interés basado en el aprovechamiento del ingenuo e incauto solicitante, que se torna vulnerable en los territorios propios de la mujer. Un carácter propio de la preocupación que le gusta anticipar los peores escenarios. Aun así, lo que en realidad pesa y reduce el ritmo del andar es la evidente ignorancia y desconocimiento que pueden dejar mal parado las pretensiones en curso. Más allá del presumible conocimiento basado en la lectura consecutiva de artículos, notas y ensayos, en especial el del psicólogo, la clara falencia experimental en todo lo referente a la sexualidad y sus componentes determinan un claro ausente si se pretende hablar al respecto. En este sentido, puede resultar ciertamente ingenuo considerar guiar la conversación. Lo mejor entonces es limitar las intervenciones a los puntos concretos previamente establecidos para el desarrollo de la entrevista. Dejar, en su lugar, que la mujer condimente toda la conversación a partir, más que cualquier cosa, de su experiencia. Ciertamente, la estrategia es un riesgo que puede perjudicar drásticamente los resultados de la conversación. Aun así, nada más se puede hacer dada la ya mencionada ignorancia.
De esta forma, solo queda esperar que la presunta voluntad y disposición mencionadas por la mujer se confirmen con un cúmulo largo de experiencias, que no solo fundamenten los propósitos del proyecto, si no que alimenten los vacíos propios del ignorante que espera aprender lo necesario para tener un fundamento lo suficientemente estable que permita mantener a buen puerto las conversaciones posteriores.
Dadas las indicaciones, se da con una calle ciertamente olvidada y poco transitada. Primordialmente residencial que cobija la tranquilidad tan deseada y anhelada por muchos. La casa en cuestión es de ladrillo rojo, dos pisos, apachurrada en medio de dos casas más grandes. Una reja blanca en la parte frontal la hace resaltar de la fachada oscura del resto de casas del sector, así que no es difícil dar con ella. La espera a la apertura de la reja se torna incómoda. La certeza de los visitantes a aquel lugar debe ser de conocimiento para los vecinos del sector, aunque no parece haber nadie que detalle al nuevo visitante, es probable que detrás de las cortinas y persianas se escondan incautas o incautos desocupados, expectantes a descubrir con sus propios ojos las malas mañas de un potencial conocido. Afortunadamente, los conocidos para el visitante allí en espera son pocos, y esos pocos no son de mañas tan pueriles y retorcidas como lo es chismosear a los demás.
La mujer asigna el permiso para pasar más allá de la reja. En la puerta, la incomodidad queda atrás. Al abrirse esta, se reconoce el rostro joven, liso, blanco, ligeramente maquillado y afable de M.J. que da la bienvenida e invita a la casa. Ya adentro, se presenta un pasillo estrecho y ciertamente oscuro donde solo puede pasar una persona detrás de otra, perfilado por varias puertas cerradas además de unas escaleras al fondo que dan al segundo piso. M.J. indica la primera puerta a la derecha. El cuarto no es más que una cama, un escritorio, una mesa de noche y el baño, aunque la atención se la roba un pequeño de raza Pomerania que responde al nombre de abril y se deja acariciar con gusto y regocijo. La mujer, arropada en una bata color rojo escarlata, ofrece su escritorio para dejar las pertenencias y la cama para tomar asiento. La ventana, cubierta por una cortina de tonalidades claras, filtra algo de luz proveniente de la tarde calurosa y luminosa de afuera. En ese sentido, el entorno queda resaltado por ese amarillo sucio propio de la luz solar contenido por la cortina, algo sombrío, pero a la vez confortable. Al tomar asiento en la cama, que parece demasiado estrecha para resguardar a los dos implicados, M.J. cruza sus piernas, dejando en evidencia gran parte de la claridad de su piel debajo de la bata roja. De la misma forma, un tono meloso, tierno, sensual y cariñoso acompaña la tonalidad de su discurso que, juzgando la distancia, se acerca más, haciendo que las rodillas rocen, que los pies jueguen unos con otros. A esa distancia, se percibe el olor a perfume, crema humectante y limpieza general. Aunque M.J. se muestra preparada para las costumbres habituales de su trabajo, no lo parece tanto para la charla que está por comenzar. Cambiando el tono sensual del recibimiento, lo reemplaza por uno más recatado, ligero y respetuoso, efecto que confirma la pretensión de su discurso.
En primer lugar, aclara que es de origen venezolano. Había llegado a Colombia hacía tres años. Las causas:
—Cosas de la vida…
El tono tajante y certero de su respuesta confirma que son asuntos que no pretende compartir. Al preguntar cómo la ha recibido el país.
—Muy bien. Me ha ido muy bien aquí…
Posteriormente, se hace referencia al trabajo en sí mismo, M.J. asegura que, a nivel económico, las ganancias en esta profesión son muy buenas.
—Aunque… Yo empecé trabajando en un club nocturno…
M.J. explica que allí se involucró, por vez primera, en el trabajo sexual.
—Mi servicio solo consistía en realizar masajes. Pero a petición de los clientes, que querían pasar el rato conmigo, empecé a prestar servicios sexuales…
En estos términos, M.J. menciona que, de esta forma, lograba obtener mejores beneficios económicos, además de las cuantiosas propinas que recibía de sus clientes.
—En el club llegaban más que todo extranjeros…
A pesar de que se ganaba buen dinero, el ambiente del club era muy pesado, a su gusto.
—Ya sabes, en esos sitios no solo se consume alcohol. Todos los tipos llegaban con algo más, y si estabas en la intimidad con ellos, querían que tú consumieras también…
Fue por esta razón, más que cualquier otra cosa, qué M.J. decide abandonar el club nocturno para enfocarse única y exclusivamente al acompañamiento escort.
—Fue una conocida, que también trabajó en el club, quién me presentó esta oportunidad…
Al preguntar por las diferencias entre el club nocturno y el acompañamiento escort, M.J. aclara que es mucho más cómodo trabajar como acompañante escort.
—Manejas tus horarios, tus tarifas, y tienes la autonomía de aceptar o no algún servicio…
Además del hecho de que se puede mover según sus gustos y necesidades.
—La mayoría de mujeres que trabajan como escort se mueven constantemente. Yo, por ejemplo, cubro diferentes ciudades del país…
Saliendo un poco de la temática escort, M.J. confirma lo que el psicólogo argumenta acerca del nivel académico de las implicadas.
—Yo soy administradora de empresas y estudie gastronomía…
Una mujer que tiene dos carreras a cuestas, joven, bilingüe, tendría muchas posibilidades a su favor, o eso se puede pensar.
—La situación en Venezuela, como debes saber, no era la mejor. Un conocido me presentó la posibilidad de trabajar en Colombia, y yo simplemente la acepté.
Conociendo sus motivaciones, el trabajo como acompañante escort resulta siendo más un medio que un fin en sí mismo. M.J. confiesa que su principal objetivo consiste en abrir un restaurante de cocina peruana en Bogotá y la remuneración que obtiene como acompañante escort le ha garantizado el sustento que necesita para asegurar la apertura del restaurante.
—Ya tengo varias cosas compradas. La idea es seguir trabajando unos dos años más…
Además, tiene la intención de trasladarse a España para asegurar una mejor remuneración económica.
Con relación a la caracterización de sus clientes.
—Aquí vienen unos tipos con unos fetiches…
Al decirlo, se lleva los dedos de su mano derecha a la frente. Cerrando los ojos, menea levemente la cabeza en gesto negativo. Aunque no da detalles, sus gestos hablan por sí solos. De esta forma, la presencialidad del encuentro se justifica.
Sin nada más que agregar, se da por concluida la conversación.
Al salir de la casa, los últimos rayos del sol despiden el día que está en declive. Las sombras, poco a poco, se van apoderando de las calles y caminos, repletos de personas ya cansadas que regresan a sus hogares después de una jornada más. Mientras se mira con indiferencia el caos cansado de las calles, cierto desconcierto, nacido a partir de la experiencia precedente con M.J., se hace un lugar en el hueco frío y oscuro que invade el abdomen. Las inquietudes previas a la conversación quedaron en evidencia. No quiere decir esto que la experiencia fue un fracaso, todo lo contrario. M.J. demostró muy buena voluntad, además, se reconoce en la información recolectada algo muy valioso para las intenciones del proyecto. Aun así, la media hora acordada para la conversación no es suficiente para cubrir todos los puntos de interés, hecho que afecta directamente el presupuesto establecido para estos propósitos. Adicionalmente, los apuntes recogidos a partir de la lectura del artículo del psicólogo, y que pretenden servir de referencia para estructurar la dirección y dinámicas de las conversaciones, necesitan ser replanteados y reestructurados.
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