ASHIA

PODER DE ADULTO, PODER DE NIÑO

-Qué es ser un niño-

Ser un niño es jugar hasta cansarse. Desobedecer. Reír. Flotar en el aire.

Perseguir sueños, ideales. Querer crecer para luego volver atrás.

Atrapada en mi asiento, miro al cielo. Quiero olvidarlo todo, vomitar el dolor. Afrontar la verdad. Lo que viene y va… Eso se desvanece sin que pueda reconocerlo.

Porque yo ya no soy un niño. Hace mucho tiempo que dejé de serlo.

Pues ser un niño es algo inútil. Algo negativo, en este sucio mundo de adultos.

Adultos que mienten, que matan, que hieren. Nos enseñan a ser niños, manipulables.

Pero mi mente se niega. Se niega a querer convertirse en adulto.

Soy como Peter Pan, jugaré con fuego hasta que me queme los huesos.

Me burlaré de ellos, que me trataron a golpes; sigo al dios protector de los débiles, de los apaleados, de las mujeres y los marginados.

Ese dios al que alabo y que clama la victoria.

Un rey que se sienta en un trono mugriento, helado, señor de los descarnados.

Los que osaron ultrajarle, no hacer caso a sus mandatos. Él se ríe mientras les arranca la piel a tirones y mira sus miembros separados, clava la cabeza en un palo, chupa la sangre y la tierra sufre un colapso.

A él yo adoro, esa es la verdad. Yo no soy ningún niño, entiende esto.

La desesperación lleva a la muerte, a la locura. La locura engendrada por el dolor que vino envuelto en mentiras.

Las mentiras que siembra el adulto.

Yo las recojo, las escupo; las odio tanto como odio este estéril mundo, en que la tierra se mancha de podredumbre y los seres se corrompen.

No puedo soportar más, voy a romperme.

Mis pedazos se esparcirán y recordarán que yo soy otro adulto.

No dependo de nadie, no juego con nadie.

Depender de otro es lo que hace un niño.

Esperar que le traigan la comida. Delegar en el otro la tarea es el poder que tiene un niño.

Yo no tengo eso, es tarde.

Me quitaron mi caramelo de la boca, y lo arrojaron al suelo.

Allí agonizó mi inocencia.

Asumir la responsabilidad es el poder de un adulto. Cumplir tu deber, o si no estás perdido.

La vida es así. Todo está torcido.

Pero he de acostumbrarme, he de servir a un bien retorcido. La tiranía lo gobierna todo, los reyes ignoran cómo ser justos.

El hombre, esta criatura que culpa a los demás y delira en las sombras, es mi enemigo. El niño que está en comunión con lo proscrito, el pastor excomulgado de su iglesia.

Las ovejas que se mueren sobre la tierra fresca. Aquí, en el estrecho camino, yo me detengo y suspiro.

Sé la verdad: no soy más que un niño jugando a ser un adulto.

Grito. Lloro. Me desespero. De nada sirve.

Poder de adulto, poder de niño. Y ambos se han perdido.

En esta tierra de nadie, en este sitio marchito, donde arder hasta el infinito, yo me digo…

Que ser niño es muy difícil, muy diferente a lo que me resistiera a creer. Esto no es mito, vivo en el peligro: y así es que nada es peor que un niño.

Desamparado, solo, hambriento, está obligado a arrastrarse en busca de alimento.

Forja sus crímenes y se aprovisiona de armas.

Reviste sus miedos de ira y abandona lo que antes amara.

Ya no tiene sentido… Cuando no te queda nada y no puedes ser tú mismo…

Yo pienso que los niños alegres no se merecen esto. Pero ellos ya no me escuchan, me golpean, me roban. No les importa hacer daño, derriban mis palabras.

Yo, en el crimen, soy polvo, un iniciado.

Yo, en la batalla, apenas un perdedor. Aunque no voy a sucumbir.

Enseño los dientes y me empapo de sangre. La sangre de aquellos que un día fueron buenos, gente de bien. Se han ido, los dioses nos traicionaron.

Se repite por las esquinas, como una letanía. Me tapo los oídos y lo derribo de un chillido. Miro al cielo.

La luna redonda se ensortija entre mis dedos, mis uñas están roídas y mi pelo cae en greñas; ya soy uno de ellos. De esos hombres cuya alma carece de dueño. Me tumbo, y caigo en un profundo sueño.

Y sueño, más allá de mi lamento, de la tortura del conocimiento, que los niños siguen siendo niños y los adultos, hombres piadosos.

Pero es solo un mero sueño, no se arreglan los desperfectos.

Como el rey que sueña ser un niño, el niño sueña ser un hombre.

Todos anhelan ser como antes, mas es imposible.

Y yo se lo haré entender a puñetazos.

Esa extravagancia de la que quiero hacerme poseedora. Esta rabia que me atenaza, me consume, me clama como suya.

Esta felicidad de la que no soy digna… Derramo lágrimas, la noche perfecta me acuna.

Yo no soy perfecta, si lo fuera, el mundo sería mejor.

Él es venenoso, está podrido y negro.

Lo habitan niños que envejecieron antes de tiempo.

Y esta solapada verdad me susurra que se quedará a mi lado…, y yo asiento.

Busco un lugar donde echar mis penas, contorsionar el cuerpo hasta no moverme más y que mis dedos resbalen de su asidero.

Lo pienso, ahora que no soy una niña.

Mis cabellos se pegan a la cara. Doy un soplo y me los aparto.

Y miro al mundo con odio. Sonrío, con malicia, con oscuridad.

El miedo no me da la mano. Lo he desterrado.

No me ayuda. No lo quiero para mí.

Quiero ese mundo que late delante. Lo quiero entero para retorcerlo y deshilacharlo. Arrancarle el jugo y sorberlo.

Quiero el mundo para destronar al rey, al adulto, y poner al niño. Pues a fin de cuentas soy un niño que no creció, atrapado en su cápsula.

La verdad es lo que importa.

Y ésa es…, que quiero destruir el mundo.

Todo lo que en él haya. Porque no me ha regalado, facilitado nada.

Este es mi decreto. A cambio, te devolveré mi feliz impertinencia. La sabiduría del loco que no puede recuperar su cabeza.

Mi sabiduría, tras años de pesares.

Te asestaré, mundo, el golpe final, y solo podrás idolatrarme.

Aunque no te asustes, no, una espina se hincará y saldrá silenciosa… habiendo despojado tu vida de ti.

Me desvinculo del ayer para observar al mundo. Esto determina lo que soy y seré.

Un niño que no tiene poder de adulto, un adulto que no puede regresar a su niñez.

Un criminal imparable, egoísta, cruel y malvado. Pocos me han tratado, y de ellos no ha sobrevivido ninguno hasta la fecha.

Ten cuidado, esto es el principio de mi juego.

Cuando el niño se descontrola, hay que pararlo. Sin embargo, no te pido que me detengas, que me llames la atención. No estoy hecha para eso.

Yo creo caos, destrucción. No te haré caso. No te haré feliz. Serás un desgraciado, una perdiz mareada que caerá en mi caldo.

Lo siento…, pero soy un niño. Quiero jugar. ¿Me atenderás? Ya que es bastante aburrido jugar solo.

Puedo detonar la bomba. Ja, ja, ¡hasta la próxima!

Conténtate, me eres necesario.

Estás para mi provecho.

No seas tonto, no seas insolente, molesto.

No me contraríes. Deja que te estire, y te mate.

Es tu infortunio.

La luna plateada revela su cara, las sombras se alargan. La niña esboza una mueca, y las lágrimas ruedan, caen a tierra.

El monstruo dormido se despierta.

FIN DE ESTE PREFACIO

UNA JUSTICIA TORCIDA

“Sabéis que no podéis detenerla. Ya no. Ella se yergue eufórica, os aplasta. Salís corriendo como cucarachas a esconderos de su abrazo. Desventurados, ella os capturará y estrujará. Antes de que lo haga, tened presente esto: ella es capaz de cualquier infamia, es una verdadera portadora de desgracias.”

Nunca podré ser derrotada.

Casi me gusta, casi me alivia. Aunque mis entrañas se retuercen en el suelo.

Estoy impávida, no tengo miedo. No lo necesito.

Igual que tampoco a la gente. No eres como yo, no me comprendes.

Todo lo que cargo a las espaldas solo a mí pertenece. Jamás lo compartiría con idiotas.

Protestas, y yo trazo líneas uniformes sobre tu carne. Mis manos rojas y desnudas se esfuman.

No sonrío, me limito a encoger mi cuerpo. Se va, y me siento más liviana.

La luz de la tarde me horada; la considero ruidosa y debilitada, prefiero la noche. Esta es de mi agrado. Durante el tiempo en que el sol mantiene un pulso con la luna en el firmamento, me vuelvo púrpura.

Contengo el aliento para que me purifique. Pero no está bien. En realidad, busco que me haga daño. Lo que yo hago a los demás.

Las luces se ponen pálidas, se entremezclan en mi tragedia, mi comedia, mi decepción, mi ilusión, ante este mundo perverso que es aficionado a torturarme hasta que escupo sangre.

No lo aguanto. Un día las cuerdas que me sostienen se partirán, llegará el fin de esta vida. Es un pretexto a desligarme de mí misma, de mi personalidad.

Todo lo que hice y dije se condensa dentro de mí, cuelga y chorrea. Los canales están llenos. Si revientan, seré historia.

Casi me hace gracia. Casi la adoro. Esta absurdidad que me une con mi pasado.

La sonrisa que siempre llevo conmigo. Es un aviso a los que no me conocen. Entonces saben a qué atenerse.

Lástima que nunca saben a qué estoy jugando. A veces finjo piedad, misericordia, normalmente soy implacablemente eficaz y rauda.

Son juguetes débiles, no pueden deshacerse de mí. Les traigo mis problemas, a aquellos que están más vivos de lo que yo. No hay otra.

Hago y seguiré haciendo las cosas… a mi manera. No hables. No te entretengas. Ve al grano y sé buena, una dulce, pequeña presa. La mejor de las marionetas.

Porque soy yo, tu maestra, quien te enseña a ser cauto, a no estorbar. Mi camino de la justicia está marcado, tú eres una señal que he de apartar. Llegaré a él. Tú no me lo impedirás. No te ufanes, te creas capaz. Aplaca tu orgullo, sé cómo hacerte rabiar.

Lo sé a pesar de que mis intestinos estén ardiendo ahora mismo, en el suelo que piso. Por más que me arañe, me ahogue y tiemble, no retrocederé. No serás mi cazador, sino otra de las tantas pruebas que moldeó la vida para mí.

¿Quieres saber si lo soy?

Pues bien, la respuesta es sí.

Navego en el fondo de mis secretos, extorsiono las mentiras transformándolas en verdad. Exploto. Me hundo. Me abraso. Resucito, lo ves con tus ojos. No te disuadas, no me he largado. Como tu asesino, dame el placer de procurarte una muerte indolora… y veloz.

Mis dedos se crispan, caen a trozos. Me regenero, y mi boca converge en el principio de una helada, estúpida, mordaz sonrisa.

Lo sabes.

Tanto tiempo extraviada, sola, aterida… que ya no hay palabras con las que expresarlo. Estoy, simplemente, logrando que los engranajes efectúen un giro más. Maravilloso. Por fin el mundo pagará por los efectos secundarios.

Sabes que soy peligrosa, un incendio, una persona trastocada.

¿Ah, en serio?

Esta es mi justicia, y pienso administrarla.

Ven a jugar conmigo, hasta que me canse y decida cortarte las alas.

Y, cuando eso suceda, me aletargaré. Me olvidaré de que alguna vez exististe.

El poder es así de malo. Ellos creen que el mundo es suyo.

No es así. Yo lo demuestro con cada acto.

Me siento bien. Porque debo hacerlo, debo destruir esto.

Esa es mi justicia. Obedécela. Alábala.

Juguetes… Ya me harté de daros vueltas. Ahora probaréis que mi sangre es tan negra como mis palabras. Como mi humanidad.

Y el amor… Espera, no sé qué es eso.

En absoluto te dejaré escapar.

Ellos no merecen nada, no soy imparcial.

Soy justa, y flexible.

Pero estoy ciega, y me diluyo. Las sombras se fortalecen.

Yo también. Quiero arrastrarte conmigo a mi universo de riesgos, de adversidades, de danzas con la muerte.

Frenética, me levanto y río. La risa reseca me congela la piel.

Me da jaqueca tener que abstenerme de obviarte, como siempre he hecho.

Detesto esto, pero más aún levantarme de entre los muertos.

Impía y con ganas de quebrar, mi hoja se desliza. Me aguijonea la prisa. La adrenalina discurre por mi cuerpo, el corazón late fuerte y esta se hace mi premisa: no fallaré.

No me lo permitiré. Te quitarás de mi camino ya, de inmediato.

Sangre mancha la tierra, vida robada se licua. Huelo a muerte y a desdicha.

Nuevamente yo.

La llama se crece alcanzando la vida, se aviva. El fuego que me ilumina.

La risa brota de la garganta. Esa risa que anuncia lo malvado de mí, de mi interior, sale sin discreción, rebota en el silencio que procede a la mortandad.

Indica que nada ha concluido…

Esa risa que reverbera en mi yo vacío.

YO Y MI VACÍO

Suspiro. Oigo a la mosca aletear, huidiza ante el invierno que se presenta, y siento que fuera se encuentran las abejas, como es su costumbre, alineándose dentro de su colmena, dispuestas en una fila perfecta en sus hexagonales viviendas. Vuelvo a suspirar. Esta taberna cuidada, fría y que huele a nuevo, a madera y a amor, no es sin duda mi madriguera.

No se me hace acogedora y cálida (aunque lo sea, yo tengo una concepción de calidez diferente a la del resto del mundo; ¿te queda claro?), no me llena. Quiero marchar de ella.

Partir a la hora en que el sol reaparezca, las nubes se desperezan y las hojas y la tierra se cubren ambas de rocío, comparten un objetivo. Protegerse del invierno que arranca la dicha a la primavera, destronándola, reemplazándola.

Atisbo la luz que revolotea. Semejando ella, deseo arribar a los confines del mundo, extirpar de él todo lo que me hiriera.

ELLA, LA MAESTRA

Villano.

Me lo dijeron un día, cuando tan solo contaba cuatro años.

El hombre fijaba en mí su rostro bruto, áspero, sus manos estaban marcadas por años y años de duro trabajo.

Yo podía verlo, todo el dolor, como si fuera un espejo.

Él lo reflejaba, brillante, pero no era comparable a lo que yo llevaba dentro.

Oh, era un villano.

Creía que yo estaba de paso.

Pero no era así, venía para atormentarlo.

Mi labia lo dislocaría, mis rápidas piernas me ayudarían.

A huir. A huir de unos alguaciles que me perseguían por las callejuelas oscuras.

La luz del alba se vislumbraba, y yo daba las gracias.

Había saqueado a un villano, sin yo serlo.

Porque era más inteligente que cualquiera de ellos, vivía en la calle.

Pertenecía a los mentirosos, y engañaba a bobos que osaban subestimarme.

No era tan difícil caer, yo era pequeña.

Y por eso me tenían, antes de saber que no lo era.

Villano, nunca supiste la verdad.

Yo, una erradicada, una niña que se desvive con los pies llenos de tierra, se desvela.

Sus ojos laten tristes y ojerosos, tiene miedo, pero este se esfuma presuroso.

En su corazón arde la esperanza, saldrá hacia la templanza. (O eso creía yo entonces… Por supuesto que no se resolvería el mal, así que hube de empezar a atentar contra la maldita paz que rodea a los opulentos. Simple.)

Los días nefastos quedarán atrás, ella reirá con ganas.

Se reirá de vosotros, imbéciles que cayeron en su trampa.

Gente humilde que no osa quejarse de ser maltratada.

Ellos os odian, y os hacen daño.

No entiendo nada.

No puedo entenderos.

Para mí sois solo ovejas empapadas, atontadas, obviadas.

Yo no lo soy, jamás lo seré.

Gente de bien, escuchadme.

Yo no tengo más que la noche que me ampara.

No soy gentil, educada.

Las tinieblas se entrelazan, cubren su cara.

Y la niña se desplaza sobre sus pies helados hacia la calzada.

Y antes de conminar a escapar rauda, recuerda al hombre que la miraba.

Ese hombre que no podía amarla.

Ella es una persona extraviada, ha perdido a sus padres, todo lo que estimara.

Le quedan sus palabras, y sus risas ufanas.

Ella, la maestra, se cree dueña de su vida.

Cuando no es cierto.

Su vida es como la de los villanos.

Está atrapada en una espira.

Mira sus manos y reprime una sonrisa.

Y, llorando, se dice que quiere ser uno.

Un villano.

Un chico humilde, corriente, que trabaja sus manos.

Mas no lo puede lograr.

No es el discurrir de sus días apagados.

Tiene sueño y hambre, y se aleja.

Villano, cómo pudiste hacerme pensar que esto es lo que me espera.

Yo no soy buena.

Soy la maestra, la reina de los engaños.

Se aparta el pelo de la cara y sonríe al villano antes de desaparecer.

Villano, si tan solo pudiera… ligarme a ti.

Lloraba en una calleja solitaria.

Pues a fin de cuentas solamente contaba cuatro años.

Y se sentía muy sola, con ganas de ir junto al villano.

Porque sus padres… ah, ellos la habían abandonado.

Villano, yo no soy tú.

Y quizá no me importe tanto.

De todas formas, sobreviviré a costa de trabajos…

Y los villanos como tú…, ten por seguro que me harán caso.

La niña sonreía buscando el porvenir, sus tripas rugían y el ocaso le daba la bienvenida a la noche que acudía.

Y ella se aferraba a esa idea…, mientras se zambullía en el mar de los sueños.

Porque iba a engañar a muchos villanos…, gracias a sus siete preciosos años.

REFLEXIÓN DE KASS

“Vago y me desvanezco, me río hasta cansarme, los recuerdos transmutan en pesadillas y me hundo nuevamente, en el mar de esta fría, aterradora soledad.

Se cuela en mis huesos y me advierte que no se irá. Ya lo sé. Soy una vieja herida harta de cerrarse para ser abierta una y otra vez; me han herido tanto que ya no siento nada, todo se difumina.

Yo…, soy un desastre. Habiendo hecho más cosas malas que buenas, me esfumo entre las sombras, la gente no me mira, por más colores que lleve encima. El sol me ciega; prefiero las tinieblas de mi tosca vida.

Pero no puedo dejar sino de contar. No vale la pena aferrarse a un futuro incierto. Suspiro, y me estremezco; he errado sola por el mundo durante años, he aprendido a alabar al odio en medio de las calles, esquivo a la gente para que no me haga daño; eso es lo que siempre he pensado. Y se refleja en mis acciones.

Soy la sombra de la desdicha.

Estoy seca.

Estoy vacía.

Estoy aterida.

Estoy muerta.

Vivo porque he de hacerlo, pero no quiero respirar. No lo lamento. No merezco nada…, y menos, este cuento.

Pero he aquí que prosigo. No vine para quedarme, pues sé demasiado bien que crecí sin ley, sin amor y sin verdades; tallada en mentiras, se yergue altiva quien poco aprecia la vida.

Mi locura nunca morirá, escrito y pensado está, nació por error y gracias a él permanecerá. Tanto me recuerden o me olviden, siempre sabrán lo que fui… una lamentable persona incorregible.

Insultante. Insensata. Temeraria. Estúpida. Egoísta. Tirana. Mentirosa. Pícara.

Todo lo que me da forma, y se pierde en la memoria de aquellos que me conocieron. Unos sobrevivieron, otros hallaron su justa compensación. Suele pasar.

A veces desearía cambiar, reírme con ganas, llorar de felicidad. Pero yo no soy eso, y jamás lograré serlo. Me ahogo, ya no puedo más, quiero expirar.

Ésa es la muerte. La muerte que veo todos los días. ¿Cuál es mi querer? Verla, para que me lleve a la luz. La luz donde no existen las tinieblas. No vivo por nadie, nadie me soporta, por tanto, no necesito realmente el vivir.

Me duele la mandíbula, languidezco como un juguete olvidado en algunas esquinas, y pienso: ¿Es esto realmente algo de valía? No lo es. Moriré, y el mundo seguirá bailando. No soy alguien. No fingiré más, pues me cansé de la rutina.

Es de día, y miro mis manos a la luz mortecina: me desvelo. Mi pálido cuerpo se mueve bajo las sábanas. Las aparto, y me veo entera. Salto, el suelo cruje.

El espejo me espabila: ella es delgaducha, lívida y letal. Sus ojos helados me recorren abrasados. Me sonríe, y yo a ella. El gesto cristaliza, lo rompe todo. Me peino, y recojo mis trastos.

Y mientras salgo, me digo que el mundo y yo, ambos tenemos la culpa de los acontecimientos. He hecho el mundo peor, y él a mí como un acto reflejo. Impulsivo, me obliga a reconocer que yo tengo la culpa de toda la miseria que en él hay. Las espinas crecen, yo una más en el camino.

Me resigno; si es así, estoy más que dispuesta a acabar conmigo de un corte limpio.

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