«Eres una buena mujer, pero ya no te quiero».
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No hubo frase más estúpida que esa y yo conozco bien las frases estúpidas. En ocasiones armé escritos con ellas y otras tantas las usé en el sanitario para actividades poco elegantes.
¿A quién le quieres vender gato por liebre? Recuerda que tengo dos gatos y sé muy bien como duelen sus harañazos.
A mí tienes que decirme: te monté cuernos, hay una tipa mejor, me lo hacen mejor, amplíe mis horizontes y seré cura y otras tantas cosas. A mí debes romperme el corazón, hacerlo sangrar, invitarme al suicidio, solo así te veré como la mierda que eres y me iré a vivir mi luto. Pero no me vengas con esas sandeces, con esas formas de terminar tan mediocres.
¿Querés terminar?
Terminemos como Dios nos enseñó: con la traición y un beso en la mejilla. Conviértete en mi Judas personal y no en un Pedro mediocre que no quiere cargar con este muerto amor.
Asi que, después de todo, toma tus intenciones y tus frases sosas y desaparece de mi vista. Odio a los cobardes como el diablo odia una aburrida misa y con mi odio ya no hay amor.
Si claro, soy una buena mujer, pero ya no me quiere. ¡Hostia! ¡Los amantes mediocres de hoy!
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