El frío de diciembre ha usurpado a enero. La escritura se complica cuando las manos se endurecen por el tiempo, el ruido del refrigerador eléctrico de antaño y los gatos en celo.
Llevo días perdido entre pensamientos y lecturas ajenas a mi ser; han despojado mi esencia. Me he olvidado de mí. Aceptarlo es difícil; la lectura en exceso contamina el alma. Ahora lo veo y lo comprendo. Siempre es bueno pensar por ti mismo. Las ideas son más claras que cientos de páginas de otras mentes. Esto no es un adiós a las maravillas de la lectura, sino, darse un tiempo para reflexionar lo leído, reestructurar la forma y escribir.
El ruido del refrigerador de antaño sigue su marcha y el ambiente deja atrás la calma. La cafetera calienta el agua para el próximo café de la mañana. Hoy escribo en mi silla favorita y escritorio de toda la vida, frente a la ventana por donde el sol, penetra la orfandad de ideas para iluminar esos libros apilados, uno a uno, que se han apoderado de mi existencia. Tantos libros por leer; tantas historias por saber. Hay tiempo para escribir, leer y morir. No me preocupo de ello realmente. Prefiero escribir por cuenta propia buscando quién soy. Un día relatos; otro día algún estúpido ensayo o cualquier otro pensamiento que emane del libro de la naturaleza. Ese ser esencial.
Varado entre libros, ideas y un refrigerador viejo, busco renacer. ¿Para qué vine a este mundo sin saberlo? Solo para encontrarme entre palabras y una sarta de idioteces de la vida cotidiana. Lo que el hombre ignora, me encuentra. Lo acepto y cambio su forma. Las ideas impregnan su calma en marfil y el rocío de luz que no moja. Hay miles de puertas en este mundo para descubrirnos. Aun así, hay días en los que sigo perdido. Encontrarse es aprender a pensar, y, pensar, es difícil cuando no hay voluntad.
Representar el mundo a través de la observación y el pensamiento requiere una considerable cantidad de energía vital. En el proceso, descansar. Así es esto; cada día sin parar. Sostener el mundo con ideas propias es la ruta a alcanzar. Quizás tardes una vida. No te preocupes, no existe la muerte. Solo es un engaño para apresurar el estado de las cosas. La psique cambia cuando se precisa el cambio. Acelerar el proceso solo desestabiliza el tiempo. Es verdad. La vida cambia y ella, modifica nuestros pensamientos que, a su vez, transforman el cuerpo para su adaptación al medio. No tengas miedo de intentar encontrarte entre caos y ruidos de refrigeradores antiguos por la mañana, por la tarde y por la noche. La vida es una y ella siempre nos guía por la senda correcta para llegar a la liberación del engaño autoimpuesto. Liberar el espíritu para llegar al alma. Donde la inmortalidad surge y todo se perdona; incluso la muerte.
Los perros domésticos ladran y los inquilinos del departamento 1727 organizan su basura, por tamaño de bolsas, para ser entregada al servicio recolector de la ciudad. No hay hora definida para los recolectores. Es mejor prepararse desde temprano. Son las ocho y veinte.
Retomar la escritura de las hojas matutinas es un alivio. Refuerzan el músculo creativo ante cualquier adversidad. Cuando he creído que mi espíritu de lucha se ha perdido, las hojas matutinas lo han encontrado y animado a seguir. Tal vez, no las mejores ideas. Empero, es mejor escribir que no hacerlo. Algo mejor vendrá. Siempre viene algo mejor… siempre. Ten eso por seguro, nunca pierdas la esperanza. La escritura es un arte de vida y es para siempre. Vivir para escribir y escribir para vivir. Aunque los días sean grises y fríos, la esperanza ilumina él sinsentido.
Tomar café por la mañana —dos tazas grandes sin azúcar—, pensar y escribir: rutina del escritor. Donde la soledad del pensamiento nutre la calma, las ideas y la pluma. El momento se hace eterno; he pasado a la inmortalidad consciente entre ideas, letras y palabras. No soy el escritor; soy quien funge de creador detrás del vehículo pensante. Las ideas y la escritura se aligeran cuando encuentras al creador en tu interior.
Un respiro del alma. Un sentido de pureza. Un punto de viveza. En tus manos, la grandeza.
Saber es la llave de poder. Ser, la única vía del amanecer.
El frío se ha disipado.
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