Inspector Bermúdez. El caso del aeropuerto

Inspector Bermúdez. El caso del aeropuerto

Coral J

16/01/2025

Tenía que huir. Mi vida era un sinsentido. Era la muñeca a la que le podía hacer de todo, sí todo. En la última paliza casi me mata, estuve una semana en coma. Hoy era el día. Se habían ido y no me habían amarrado.

En una pequeña maleta metí dinero, todo lo que pude, para empezar de nuevo en otro lugar. Cogí un taxi y fui al aeropuerto

Una vez allí, entre ríos de gente, alguien me empujó. Sentí en el costado una punzada muy fuerte, perdí el equilibrio y caí. La vida se me iba. Levanté la vista y lo vi, tan tranquilo caminando entre la gente con mi maleta y ni siquiera volvió la vista atrás. —¿Cómo me encontró?. ¿Un localizador?. Vaya…

Al momento estaba rodeada por un corro de gente, una persona intentaba reanimarme, sin darse cuenta del charco de sangre que iba creciendo bajo mi cuerpo. Un señor, que decía ser médico, se acercó, tomó mi pulso y ya me dejaron.

Llegó la policía, acordonaron la zona y unos minutos después llegó el inspector Bermúdez. —¿Quién es la víctima?
—Quiero todos los datos que tengamos. ¡Ya!

Casi a la vez llegaron el forense, que certificó mi muerte, y los de la científica.

En una papelera junto a mi cadáver encontraron un punzón viejo, fino, muy largo, de los de picar hielo, lleno de sangre. Al verlo, Bermúdez fue consciente de que no podían averiguar nada con esa prueba, seguramente no tendría ni huellas.
—¡Será posible! masculló

—Esto es cosa de profesionales
—Y para colmo solo hay cámaras en las puertas.
—¡Esto es imposible!. Cientos de personas entrando y saliendo, en la hora punta: las 10:00 de la mañana de un lunes.

—¡Inspector! estaba secuestrada
—Asesinaron al marido, hace un año en su casa y ella desapareció —Su marido era detective
—Ya sabía yo,….murmuró Bermudez

Se acercó una señora mayor y les dijo que lo había visto todo.

Bermudez le pidió que contara con detalle. Y ella muy nerviosa empezó:
—Me llamó la atención un hombre de mediana edad, bajo, grueso, con el pelo muy tirante como con brillantina, eso ya no lo suele usar la gente…
—Señora, por favor, al grano

—Este hombre se acercó mucho a la chica por detrás.
—Le dió un empujón y ella cayó al suelo.
—Dejándola tirada en el suelo, se fué andando tranquilo, con la maleta de la muchacha. —Fue a esa papelera y tiró algo
—después se fué por esa puerta, señaló
—esa, la primera puerta de la izquierda.

—Señora: espere aquí un momento.
—Cabo: tomele los datos. Vengo ahora mismo.

Rápidamente Bermudez fué a la oficina de control policial del aeropuerto con el sargento Castro. En la grabación vieron la imagen de un hombre con las características señaladas por la testigo.
El policía de control dijo— ese es El Gordo, de la mafia rusa, su verdadero nombre es Alexei Gortov. llevamos tiempo detrás de él pero nunca hemos conseguido pruebas para arrestarlo—

Llamaron a la señora y lo identificó sin atisbo de duda

El Gordo tenía un casino, de dudosa reputación, en la salida de la AP-IV.
Bermudez y Castro se presentaron allí, no sin antes pedir una orden de registro, refuerzos y personal de la científica.

Entraron los dos en su despacho y le interrogaron.

Alexei tenía una coartada sólida, perfectamente documentada y con testigos válidos que lo apoyarian. No podrían hacer nada, como era habitual con estos tipos.

El inspector hablaba con él mientras andaba arriba y abajo por el despacho, pensando. Mirando al abrigo colgado en un perchero junto a la puerta vio que había un guante en el suelo, tenía una pequeña mancha oscura justo entre los dedos pulgar e índice.

Mientras el sargento seguía hablando con el sospechoso, Bermúdez salió un momento del despacho, simulando contestar a una llamada.

Telefoneó a los de la científica, subieron y comprobaron que efectivamente era sangre. Se lo llevaron al laboratorio.

Comprobaron que era mi sangre, no había duda. Había sido él y tenían la prueba.
Coral Jiménez

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