Estaba sentado en el sofá viendo la ventana, el sol estaba saliendo, se sentía cálido extrañamente para esas mañanas tan frías. Empezaba a sentir el sueño, el abrazo y beso de la muerte, lo había acompañado toda la noche sentado a su lado, no decía nada, pero no era necesario. Siempre había tenido conflicto con ella, de su accionar, de cómo siempre está al final, esperando junto a la puerta de salida, esperando para abrir la puerta como todo buen anfitrión, espera paciente y silenciosamente.

También tenía conflicto con el destino y su inminente conexión con el anfitrión, con el portero… Con él.

La luz del sol le tocaba la cara, lo acaricia, lo abraza, afloja los dedos, relaja el abdomen ya no tiene que forzarse a no pensar, la mente se blanquea, camina lento, sin prisa, ya no siente  que debe correr, el anfitrión abre la puerta gentilmente casi poético, se dice para sí  mismo «Gracias» como si hubiera hecho las pases con él.

La puerta se cierra sin hacer ningún ruido.

El pasillo está solo, quieto, inexistente.

Está empezando a amanecer.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS