Regresé
a la casa de mi madre diez años después de su muerte. El frío y el
silencio doloroso llenaban cada rincón. El abandono huele así.
Entré a la habitación donde viví durante treinta años, ahora
cubierta de polvo y recuerdos olvidados. Al abrir un cajón de la
mesilla, mis dedos se encontraron con un álbum de fotos. Malditas
fotos. Silencio a voces, momentos que compartimos y otros no tanto.
Pellizcos de vida, ensañamiento con aquello que no se hizo, con
aquellas cosas que no fueron ideales. ¿Acaso algo lo es? Ella se
había ido, pero su esencia permanecía, como una sombra cálida que
nunca me dejaría. Ella vivió, cometió errores, acertó, como
todos. Pero, ¿acaso eso importa? La vida es así, un compendio de
momentos efímeros capturados en estas malditas fotos. Siempre será
mi madre, y esa certeza es la paz que me queda. Malditas fotos.
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