Odio ese saco que mora en mi vientre; su permanente queja me aturde, arrastrándome hasta la insensatez, convirtiendo cada bocado en gustoso veneno. No puedo desterrar a la despreciable ansiedad, ni fiarme de mi traidora y hedonista voluntad; por eso imploro para que el castigo de Fineo me sea impuesto y encontrar en mi osamenta forrada con piel la felicidad que nunca he tenido.

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