– ¡Shisss! ¡Bajito por favor! Dice 485. Está prohibido utilizarla, ella no piensa, hace; parece que piensa, pero no es así; su práctica es indudable.

– A mí no me da ganas de preguntarle nada, menos tocarla; me siento estropeado por la aparente frialdad de responder a una pregunta que nadie entiende. Dice 375.

– Por el contrario, yo le he hecho  preguntas, he recibido sus respuestas y he tocado sus entrañas. Sus frases me parecen articuladas, sus ideas están frescas, es rápida y casi voraz. 588 opina, miestras deja perder la mirada en el vacío.

En segundos, entre los susurros que se dispersan, entre lo efímero del tiempo y el viento; la tarde se transforma y queda envuelta en una atmósfera quejumbrosa. 

De repente, el llanto, los gritos y las rupturas ahuyentan el aparente silencio.

El viento cálido comienza a esparcirse por los largos pasillos de la casa monasterial, convertida en un centro existencial y las sombras se arruinan con la luz estelar.

La guerra ha dejado un olor a muerte, a sepulcro sobre habitado, a mordaza sudada, a sangre podrida y polvo acumulado. 

Tanto ruido, tanta luz y ese olor nauseabundo no pueden ocultar el esplendor.

Ahí, en un rincón, 125. Muerta de espanto, inerte, gastada, tocada, descifrada, cohabitada, insatisfecha, delirante de ideas, llena de preguntas y superada en respuestas. 

Tenía que, sin querer, sin poder levantarse, sin alma, sin necesidad, pero con desespero; volvía incansablemente a la vida, a la muerte, a la condena, a la resurrección.

Aunque nada podía volver a ser, aunque todo había desaparecido a la luz de los ojos color violeta claro y todo perdía sentido entre los dedos suaves como la seda que cubría el manto poroso y resinoso de la piel.

Se incorporaba una y otra vez; como en círculo infinito. Siempre haciendo, diciendo, respondiendo, conociendo, inventando y matizando.  

Cautiva, pero siempre fiel a su condición, repite un día más su infructuosa misión.

– ¡Shisss! Si la prohibición es un encanto para los prácticos de la razón, espero que me ahogue en la desdicha de su atroz alusión. Concluía el número 2.

Puntúalo

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS