Odradek está despierto, sigue rondando su carretel para espantar las formalidades, sus hilachas se adueñan de los rincones y está perfeccionando esporádicos monosílabos. No ha logrado identidad, y ante muy pocas personas se deja ver, yo soy uno de esos, y me creen loco cuando comento sus aventuras.

Por cierto es que a Odradek se ocupó de describirlo Franz Kafka, que fue el primero que lo vio, y temió, ante la angustiosa posibilidad que sobreviva a su existencia. Él se había ganado la angustia de antemano, sabía en su fuero íntimo, que un ser tan inorgánico debería estar exento al dominio de la muerte.

 En su labor incansable de recolectar pelusas Odradek sigue existiendo, mas despierto que nunca sus hilachas despeinadas y coloridas se alimentan sin cesar, sigue imantando los residuos que escapan de la escoba, saca provecho de los descuidos cotidianos y de los descartes, para que algo se vea perfecto.

 No se si es un alivio o una condena saber que Odradek nos va a sobrevivir, todavía no se puede saber con certeza si su existencia desata efectos negativos, si complica de alguna forma la convivencia o la integridad del individuo. El dilema es que no todos lo ven, somos un pequeño porcentaje, quizás sabiamente la inmensa mayoría no da crédito a su existencia, no le concede identidad y punto. Pero no me atrevería a decir que sea sana esa postura, puede crecer inesperadamente y extender sus dominios, su magullo informe puede rozarnos sutilmente, tal vez en sueños, tal vez en momentos de distracción. Definitivamente prefiero ser consciente de su presencia, creo que gracias a nuestra indiferencia él se fortalece, sigue incorporando migas, botones rotos, astillas de nueces, arenillas, hilos apelotonados de viejos costureros, tiempo hecho descuido, y todo lo que este banderillero sin escrúpulos pueda incorporar en su rodar constante de carretel huérfano y empalagado.

  No me sorprende que Kafka se haya ocupado de él en un breve relato, era un hombre atormentado por las pequeñas circunstancias cotidianas, las que para otros transcurren indiferentes.

 Yo solo quiero estar atento, no justifico su preocupación. Al cabo son tantas las cosas que nos van a sobrevivir… 

Su especial énfasis en Odradek es curioso, acaso no podía concebir que algo tan desprolijo y hasta despreciable siguiera rozando sus cosas íntimas, y creando confusión sobre su legado. Su convivencia había sido soportable porque estaba atento y estructuraba límites precisos para la informe «mascota».

No se trata de especulaciones filosóficas ni certezas religiosas.

La sonrisa socarrona de Odradek sigue siendo un seco murmullo en el rincón de la habitación…

Puntúalo

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