Comenzaba apenas el año cuando una mujer de casi 4 décadas de edad, madre de un varón de 8 años y de una pequeña de 5 años le contó a su pareja que esperaba otro bebé. Este nuevo ser nacería a finales del noveno mes o a principios del décimo de ese año.

El tiempo pasó no rápido ni lento para esta familia, simplemente pasó, al mismo ritmo con que habían pasado los otros. Al parecer había ligeras complicaciones con el embarazo, nada grave que afectase la salud de la madre o de el bebé, simplemente, a recomendación del médico principal, el nacimiento sería como lo que hoy se conoce como cesárea, la cual estaba programada para el vigésimo noveno día.

Sucedió entonces que cinco días antes de la operación, la madre visitó el centro médico para consulta. Quizá fue un desafortunado descuido o la inexperiencia de una enfermera lo que provocó que el bebé naciera esa tarde. Eran exactamente las 3:01 P.M. cuando el médico dio la bienvenida al nuevo ser: una pequeña que tenía sus ojos cerrados aún, con un leve golpe, hizo que la recién nacida abriera la boca por primera vez.

Contar la historia año con año y lujo de detalle me sería agotador, además de imposible, hablemos entonces de lo importante. Una pequeña que, como cualquier otra, dio su primer paso y dijo su primer palabra al año de nacido. Dormía con su madre y un pequeño grupo de peluches encabezado por «Wichi» su favorito. Y cada mañana lloraba cuando su madre debía ir a trabajar, era una niña que podría perfectamente ejemplificar la palabra «normal».

Entró a preescolar a los 3 años, al llegar al que sería su primer salón de clases y ser vista por un grupo de niños de su edad y una mujer desconocidos, nació su irracional miedo a ser el centro de atención. Se aferró a las largas piernas de su mejor amigo y gritó con todas sus fuerzas, aquella mujer extendió sus brazos para recibirla y ella le contestó pateando las pequeñas mesas. Después de esto le siguieron dos años en aquél lugar que sería el hogar de hermosos recuerdos, donde dejaba de ser una simple niña, para convertirse en una distinguida chef que hacía unos deliciosos tacos de hojas y lodo, o también la única mujer mecánica del salón.

No recuerdo mucho sobre la graduación, -deberán disculpar mi mala memoria-solamente una caja que contenía lo que sería su primer libro, tampoco he de recordar de si le compraron un uniforme a su medida o simplemente le dieron uno viejo de sus hermanos, el caso es que un día de agosto, a algunos días de su sexto cumpleaños, ella entró a la primaria. Aquella mañana la despertaron una hora antes de lo habitual, le hizo una inocente promesa a su madre de que ella no iba a llorar en su primer día de escuela, durante el camino, ella manifestó un entusiasmo mayor a cualquier niño de su edad, pues su curiosidad la había llevado a incluso soñar un déjà vu la noche anterior. Se despidió de sus padres y entró a la escuela de la mano de su hermana mayor y con una gran sonrisa. Su hermana soltó su mano y le explicó que debía seguir caminando hasta entrar al primer salón que había en frente del patio, escoger un mesa-banco y sentarse, ella le preguntó con algo de miedo por que no la acompañaba a entrar al salón, su inocencia no le permitía entender que tomarían clases separadas. Su hermana le explicó que ella tomaría clases en un salón diferente subiendo las escaleras y prometió bajar cuando sonara el timbre. Quedó completamente satisfecha con aquella promesa y se apresuró a entrar al salón. Apenas se paró en el marco de la puerta, todos los niños que ahí estaban sentados voltearon a verla, en ese momento los sentimientos que tuvo dos años atrás hicieron temblar su cuerpo, había prometido no llorar, así que visualizó el primer asiento solo y sin quitarse la mochila de su espalda se sentó. No consiguió tranquilizar su corazón, en cambio se puso a pensar cosas que los niños de su edad normalmente no les preocupa, recordó que su tarjeta para tomar el transporte urbano se la habían quedado sus padres y que no contaba con nada de dinero para pagar el pasaje en efectivo, no sabía a quien recurrir, hacía a sus padres lejos de la escuela rumbo a casa, en su mente trazó la ruta que debía seguir para llegar caminado a la casa de sus abuelos, llegando ahí tocaría el timbre y saludaría de beso a su abuelo y abuela y les pediría un vaso de agua para saciar la sed y el cansancio que le provocaría el largo viaje, después de eso, les pediría diez pesos para abordar el transporte que la llevaría de regreso a casa. El plan estaba listo, solo faltaba una cosa, ejecutarlo, esperó un destello de valentía, se paró de su asiento y salió del salón sin mirar a sus atónitos compañeros de clase, ni un instante se molestó en pensar como burlar la guardia de la puerta, ella estaba decidida a irse, para su suerte nadie advirtió a la pequeña fugitiva, había recorrido ya media cuadra cuando vio a lo lejos a su madre señalándola y diciendo «ahí va» y corrió hacia ella con alivio y aires de salvación, cual fue su sorpresa que sus padres la devolvieron a la escuela, esta vez dejándola a la puerta del salón, una vez más rompió su promesa y estalló en lagrimas implorando a su progenitor y mejor amigo que no la abandonara. Aquel cómico espectáculo de una profesora jalando de los pies a una niña que a su vez se aferra a la piernas de su padre hizo que la directora de la escuela se enterara de como esta había burlado la seguridad de sus puertas.

La profesora los acomodó por estaturas y obviamente ella terminó en los últimos lugares, sea una simple coincidencia provocada por un descuido o por deseos del destino, su estuche cayó al suelo sin que ella lo advirtiera. Al percatarse de que le faltaba comenzó a buscarlo por los alrededores, detuvo la mirada en uno muy parecido que se encontraba en el escritorio de su vecina. Sin pensar siquiera en presentarse acusó a ésta de tomarlo sin permiso. La niña se defendió obviamente de la agresividad con que se le acusaba, descubriendo que el objeto perdido yacía en el suelo. Apenada pidió disculpas y argumentó el parecido de estos, naturalmente no imaginaba que aquella niña se convertiría en su persona favorita. Vivió hermosos recuerdos con su hermana y muchos más ella sola que la hicieron crecer y desarrollarse, y sin darse cuenta en un parpadeo estaba en un auditorio con su uniforme de gala esperando subir al escenario, estrechar la mano de toda la mesa directiva y tomar su certificado.

Ya sabía a que salón iba a ir, meses atrás había hecho el examen de admisión y logrado ingresar a la secundaria. Un viernes antes la habían citado para definir su nuevo salón, llamaron su nombre en la lista de 1ºA, solo conocía a alguien de nombre, pero nunca llegó a hablar con él en el salón de clases, al menos no ese año. Rápidamente, por miedo a quedarse sola, comenzó a hablarle a varias personas, incluso a llamarlas amigos. Tomó especial apego a tres chicas con gustos no tan diferentes a los suyos y poco tiempo después se encariñó de una a la que llamó mejor amiga.

El siguiente año es el que puede considerarse como mas impactante en su vida. Muchos sucesos la apartaron de sus viejas amistades y le dieron varias nuevas, una en especial, la cual ya conocía pero había pasado desapercibida hasta entonces, poco a poco esta nueva persona fue ganándose el titulo de mejor amiga.

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