Los Martínez son gente seria y honrada, un barbero alegre y una costurera con buen ojo para las telas, ya conocieron lo duro del bregar. Ambos intentaron enseñarle a su hijo los gajes del oficio, lo único que surgió es amor por el trabajo porque tenía una mano horrible para los dos, parece que no sabía lo que era una línea recta.
Me lo trajeron a la tienda para que ocupara sus horas libres de la escuela en ganarse el pan, lo conozco desde niño así que no me pareció mal, aunque sea un pueblo pequeño no está de más un poco de ayuda. Ya sabía que le ponía ganas, pero no pensé que organizara y contara tan bien, le tome confianza en poco tiempo. Tenía este orgullo de mocoso independiente, que sobresalía cuando venían sus “amigas” a visitarlo, en fin que traía un toquecito de vida fresca a este aburrido local.
Un día me pide salir más temprano, tenía un cumpleaños así que lo dejé marchar. Llevaba tiempo sin hacer cuentas ni inventarios, cerré antes y ocupe mi tarde en eso, pero no pude tomármelo con la calma que quería, empezaron a salir incongruencias. Lo primero es llamar a sus padres, son amigos desde hace años y tienen que saberlo por mí, me siento responsable por haberle dado tantas alas.
Los viejos estaban destruidos y con vergüenza pero no sabían de fiesta alguna, iban a esperarlo para darle una buena reprimenda. La gran casualidad ocurrió cuando me lo encontré al salir, la rabia contenida hasta el momento escapó y lo entré en la tienda sin preguntar. Solo Dios sabe las barbaridades que le dije, lo curioso de la furia es que es un estado de enajenación cognitiva y liberación, que solo mantiene una idea de fondo de hacer daño con palabras horribles.
Solo me decía que lo sentía y que quería comprarle un gran regalo a su amiga así que estaba reuniendo un poco más de plata, entonces se me salieron las lágrimas y le hablé de lo sucio que era traicionar a quien ponía la mano en fuego por nosotros. En ese momento él rompió a llorar, seguimos hablando y salieron cosas más complicadas. Pobre chico, ahora en casa le espera el padre con cinto en mano, debía haber ido con él, así no podrá decirles que va a ser padre sin quererlo, no podrá pedirles ayuda.
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