Entre el bullicio de la multitud en una terminal de trasporte terrestre, nos abrimos paso para poder llegar a abordar nuestro bus (digo nuestro porque habíamos pagado un boleto) para poder llegar a nuestra ciudad de domicilio.
Después de discutir un rato con el controlador del bus por la ubicación que tenía nuestro asiento el cual quedaba justo al lado del baño, luego de una ligera charla me dijo. (Siéntese en el número 3), fue tan displicente su respuesta, que no me quedó más que ir y dejar de discutir.
Me acomode en el asiento que estaba casi en primera fila, el número cuatro estaba vacío como esperando a que alguien lo ocupara, luego de varios minutos se subió una dama muy elegante y me preguntó:
¿Está ocupado este asiento?
A lo cual dije que no
Inmediatamente ella se acomodó en el asiento y recostó unos instantes sobre el espaldar hasta que llegó la hora de salida.
Como buen caballero entable una charla como para amenizar el viaje, y vaya menuda sorpresa que me dejó este relato que a continuación les voy a compartir.
Empezó contando que había sido madre a los 14 años y que en la actualidad era madre soltera con tres hijas de diferentes parejas y que en ese preciso momento estaba sola.
Le pregunté en que trabajaba y sin ningún reparo me dijo
¡En locales!
¿locales?
¡Nithg club, bares!
Me quede un sorprendido por la rapidez de sus respuestas y con la firmeza con que lo decía, mas no era el momento de la tragedia ni de empezar a prejuzgar, pues ella parecía no avergonzarse de manifestar en que trabajaba y mucho menos que a un perfecto extraño como yo lo era.
Sin interrumpir demasiado ella empezó a contar su historia, como si se estuviera confesando, pues era tan fluida su versión, que de inmediato me di cuenta que era muy culta y utilizaba las palabras adecuadas para describir su situación.
A los 17 años empezó a trabajar en bares y salones de bebidas y fue por tratar de huir del maltrato al que había sido forzada por el padre de su primera hija, con el cual mantuvo una relación sentimental de 3 años, pues como adolescente que era cuando salió embarazada, no tenía la información necesaria para poder llevar de una mejor manera una relación estable.
Luego de una pausa. Donde la miré fijamente a los ojos y ella no desvió la mirada para nada y empezó a relatar su historia.
Un día estaba en casa de mi madre sin saber que hacer ni como alimentar a mi hija, pues el padre se había despreocupado de nosotras, pensaba como haría para salir de aquella situación, pues no tenía ninguna profesión que me respaldara para conseguir empleo.
Charlando con unas amigas en la esquina de mi sector, se acercó un amigo de nosotras que era stripper por las noches en un club exclusivo para damas y caballeros de dinero, y me dijo que él trabajaba con su hermana pero que ese día ella estaba con su periodo menstrual y no podía hacer el show, por lo que me pidió que si yo podía reemplazarla.
¡Eso me sorprendió sobremanera, pues yo jamás había bailado ante nadie y mucho menos en un lugar público!
Mi amigo me miró y dijo
¡Yo te enseño lo básico!
Lo pensé por un rato y luego dije para mis adentros
¡Que podría pasar a más que no les guste!
Acepté el ofrecimiento y empecé en este mundo del cual ahora soy parte, ese mundo del que todos se horrorizan al escuchar o nombrar, pero que algunos que se autodenominan correctos, también son parte.
Después de unas cortas clases de baile en el tubo y sobre un escenario por parte de la hermana de mi amigo, estaba lista para mi debut como bailarina de cabaret o de nithg club, el cual era esa misma noche cuando las almas vagabundas deambulan entre bares y tragos, entre ilusiones y lágrimas.
Mi amigo bailó primero, como para darme tiempo a que yo asimilara el momento y lo que estaba a punto de experimentar, yo lo veía sonrojada y con vergüenza, los nervios se apoderaron de mí y mis piernas empezaron a temblar por la ansiedad.
Después de unos 20 minutos sobre el escenario, mi amigo culmino su show y era mi turno, me tomé un par de tragos de wiski para apaciguar la ansiedad y echar a andar eso que estaba en el camino de mi vida.
Los tragos de wiski no hicieron efecto y seguía nerviosa y a apunto de que me presentaran en el escenario, me acerqué a uno de los clientes que estaban en el lugar y me tome un gran trago de aguardiente, el cual si fue haciendo mella en mi persona y dio fuerzas para empezar a bailar.
Para ese entonces yo tenía un cuerpo muy esbelto, pues tenía 17 años y eso era atractivo para los clientes y clientas que estaban en ese sitio.
No podre decir que mi debut fue un éxito, pero tampoco que fue un desastre, pues para ser mi primera vez estuve acorde con las expectativas del dueño del establecimiento y de los asistentes; esa noche terminé completamente ebria y llegué a mi casa a eso de las 04h00.
Luego de la resaca de la amanecida y con algunos billetes a cuesta, pues me pagaron 80 dólares por 20 minutos de baile sobre el tubo y el delirio de algunos alborotados que se entusiasmaron al ver a una jovencita en topless, me quedé el resto del día acostada sobre mi cama y me volví a dormir como para recuperar el tiempo de la borrachera.
Después de dos días de mi debut como bailarina de stripper, me sentía un poco confundida y también optimista, aunque sabía que mi situación en el tema del baile era pasajera, pues yo solo había reemplazado a la hermana de mi amigo, lo que me dejaba en un punto donde no tendría oportunidades seguidas, por lo menos no en ese lugar en caso de querer seguir en eso.
Una tarde de un día cualquiera, llegó a la casa de mis padres el chofer que nos había llevado a casa después de la borrachera, pues el local cuidaba de sus bailarinas para que no les suceda nada durante el tiempo en que estaban al servicio de ellos.
Me planteo una situación la cual no conocía ni sabía que existía
¿No has pensado en trabajar por tu cuenta y ser chica prepago?
Su pregunta me sorprendió y le dije
¡qué es eso!
Él me explico que son citas con hombres de dinero que buscan pasarla un rato con chicas de casa y que el pago es por hora de compañía o servicio sexual. Además, que el pago era de 35 dólares la hora.
Me dejó intrigada la explicación tan profunda que me dio.
¡No sé!
Nunca lo he pensado
Él se marchó sin dejarme estas últimas palabras
¡Piénsalo!
Imagínate que son 5 horas en un día, la cantidad de dinero que podrías ganar y darle una mejor vida a tu hija.
Eso me dejó con una inquietud más intensa.
Al siguiente día hable con unas amigas que eran parte de mi circulo del sector donde vivía, y les plantee lo que me había dicho el chofer del Nithg Club, una de ellas tenía apenas 13 años de edad y su mamá no se preocupaba de ella, si llegaba a dormir, si comía o si estaba viva, y fue la más entusiasta de acceder al “negocio”, su edad cronológica decía una cosa, más su físico ya decía que era mucho mayor. La otra amiga tenía 17 años, a diferencia de mi amiga de 13, ella tenía más edad, pero su cuerpo no la acompañaba pues era muy escuálida y solo tenía pechos grandes y una figura muy frágil.
“Entre risas y nervios dijimos; si a veces entregamos nuestros cuerpos a un hombre supuestamente por amor, y este ni siquiera para el jabón nos da, hagámoslo por algo a cambio”
Al día siguiente me comuniqué con Gustavo (el chofer), y le manifesté que estaba de acuerdo con la propuesta y que quería hablar con la persona que, hacía los contactos con los potenciales clientes, Gustavo me fue a llevar desde mi casa y le dije que mis amigas me acompañarían, el no puso ningún pero y nos fuimos hasta el sitio donde nos esperaba la Sra. encargada del negocio.
Llegamos al sitio mencionado, Gustavo se acercó donde la Sra. y le dijo que allí estaba la persona que me había manifestado, me hicieron pasar y me senté en una silla mientras mis amigas se quedaron de pie. La señora me preguntó cuántos años tenía y si sabía de lo que se trataba el trabajo.
Le dije que sí, pero que había una condición para yo aceptar el trabajo, y era que mis dos amigas también fueran aceptadas, pues sola yo no entraba al negocio. La señora me quedó mirando fijamente y me dijo
¡Estas son unas niñas!
A lo sumo tendrán 13 o 14 años, no puedo arriesgarme a tener menores de edad en mi negocio. Después de un instante le preguntó a una de mis amigas si sabían de qué se trataba el trabajo.
Ellas afirmaron que sí
Al final solo me quede yo. Pues no hubo forma de que mis amigas fueran aceptadas por sus edades y porque sus cuerpos no eran lo suficientemente atractivos para poderlas ofertar.
Primera cita
Mi primera cita llego al siguiente día de estar en la presentación con la Sra. quien me había manifestado que tratara de hacerle conversa al cliente para que se pase rápido la hora y quiera pagar otra hora más.
El caballero, un hombre de unos 50 años aproximadamente cayó en el juego de la charla y pago 4 horas por el servicio, lo que me represento esa noche, mi primera noche como chica prepago, una buena cantidad de dinero que jamás había tenido o recibido por trabajo alguno.
Y así vinieron otros días y otras noches, donde el denominador común era el alcohol, el sexo y las caricias disfrazadas de amor, amor que era recompensado con dinero. Esta forma de trabajo duró unos 6 meses.
Luego de eso me reuní nuevamente con mis dos amigas a las que no aceptaron en el local de prepagos, y nos fuimos a trabajar a un prostíbulo, donde no vieron la edad ni el cuerpo de mis amigas. Sino que las aceptaron de inmediato.
Allí estábamos casi un mes cuando cierto día nos cayó la Dinapen (Entidad que se dedica a la protección de menores) y nos llevaron a una casa hogar para menores con “conductas indecentes”. Allí pasé tres meses encerrada, donde casi todos los días nos hacían exámenes Psicológicos y de actitud para saber si estábamos actas para reinsertarnos a la sociedad.
Durante la estadía en la casa hogar nos enseñaron arte, cultura, cocina, costura e idiomas, de los cuales opté por la costura y aprendí a coser, pegar botones y otras cosas relacionadas, aunque al poco tiempo me aburrí de ello.
Una anécdota que pasó en el lugar fue que un día unas compañeras se fugaron del lugar y me invitaron a que yo también lo haga, mas no lo hice y espere que me dieran la salida de forma natural
hasta que volví a creer en un hombre que me manifestó que estaba enamorada de mí y Sali de ese ritmo de vida y Sali embarazada de mi penúltima hija.
Durante el tiempo que duro aquel amor, fue algo que no me fue placentero, pues el tipo resultó ser un drogadicto y todo lo que ganaba se lo gastaba en drogas y no tenía sustento para mi primera hija y tampoco para la que estaba por nacer.
Mis padres fueron mi sustento durante el trascurso del embarazo y el post parto, pues de una u otra forma me dieron techo, comida y medicina, además de los cuidados natales y a mi persona.
A los 8 meses de haber parido, volví al ruedo de las citas, mas esta vez lo hice ya como una prostituta que estaba en locales ofreciendo mi cuerpo a cambio de un pago fijo por cada acto sexual que realizaba.
En esa forma de vida y trabajo trascurrieron unos tres años, los cuales los matizaba entre viajes a distintas zonas del país y también al Perú, país en el que llegue a trabajar en la prostitución y también en la minería ilegal, pues el pago era muy bueno. Hasta que llego la pandemia del COVID y todo se paralizó en relación al tema de los prostíbulos.
Afortunadamente la cuarentena me cogió trabajando en las minas de oro en tierras peruanas, lo cual nunca se paralizo y pude subsistir y enviar dinero a mi madre para que cuidara y alimentara a mis hijas.
Fue allí que conocí a un hombre, el cual me prometió el cielo y las estrellas y me uní con él en una relación sentimental, la cual dejó como resultado mi tercera hija la cual a la actualidad tiene 3 años de edad.
Mi relación con este tipo fue tan traumática como las anteriores, pues el hombre era muy trabajador, pero era vicioso en drogas y alcohol, lo cual no me permitía tener paz ni tranquilidad, peor aún un sustento para mis hijas y mi persona.
Antes de que pariera me separé del tipo y me refugie donde mis padres, quienes como siempre han sido mi tabla de salvación cuando he tenido dificultades, especialmente mi madre que ha cuidado de mis hijas desde pequeñas.
A los seis meses de haber parido, le quite el seno a mi nena y se la entregue a mi madre para que la cuidara y yo me fui a trabajar nuevamente en los bares, prostíbulos y casas de cita, pues es el único oficio que conozco y que me da de comer a mis hijas y a mí.
CONCLUSIÓN
Con 32 años a cuesta y con más de 10 en la prostitución, Fátima (nombre real) es una mujer muy hermosa, a pesar que por ella han pasado innumerables hombres y manos que la han utilizado y se han servido de su cuerpo y de su capacidad de satisfacer necesidades de hombres hambrientos de placer y de experiencias que quizás en su hogar no las tienen.
Durante nuestra charla en el viaje en bus que duró aproximadamente una hora y 20 minutos, jamás soltó una frese inadecuada o una maldición o un insulto, su comportamiento siempre fue tan cordial y de una fluidez para responder y contar su historia, una historia que podría ser de cualquier mujer de cualquier ciudad, pues muchas se esconden detrás de un disfraz o de una máscara. Fátima no lo hizo y se mostró muy educada y muy dispuesta a que alguien la escuche y cuente al mundo el drama que viven muchas mujeres en Ecuador.
Nos despedimos con un hasta luego, no sin antes mencionarle lo siguiente:
¿No has pensado en trabajar en otra forma de ganarte la vida?
Ella me miro y me dijo
¡Si lo he pensado!
Pero por ahora esto es lo que tengo y lo haré hasta que lo pueda hacer.
Agarro su bolso con sus pertenencias y se bajó del bus mientras me regaló una última mirada como queriendo decir gracias por haberme escuchado y no haberme juzgado.
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