cuando era pequeño, tenia a un amigo muy leal de nombre Josué, era el guerrero mas bravo que eh conocido. Los niños solían reírse o burlarse de mi por diversas razones, tantas que ya no recuerdo. pero Josué siempre estaba ahí para defenderme y darles un motivo por el que callarse temporalmente. Con el no tenia miedo, no tenia envidia, no necesitaba refugiarme en el ego como actualmente hago, no tenia que pintar mis palabras con colores chillones para poder distraerme del gris de mis cuerdas bucales.
Josué me decía que todo estaría bien. Podía tomar al tipo mas grande y amenazante y hacerlo retroceder por mi, nunca supe por que esa dedicación a un niño que no le daba nada, quizás yo lo hacia feliz. Me gusta pensar que así era, pues poco a poco esa actitud acabo tornándose en problemática, no esta bien visto que un niño se defienda a golpes, ¿pero que mas iba a hacer? si todos los adultos eran negligentes y ciegos con sus criaturas. Josué se volvió la oveja negra del barrio, la bestia imparable a la que todos le tenían miedo, y cuando los demás niños también dejaron de jugar con el por eso, Josué empezó a aburrirse de mi. Eso me hizo pensar que lo mejor que puede pasarte en esta vida es ser mi amigo y abandonarme. a todos les ah ido bien después de eso.
Semanas después de no verlo, me entere de que lo habían metido en un reformatorio por… dejar una mancha en medio del barrio. aunque nadie había muerto, el era condenado como si alguien lo hubiese hecho. lo iba a visitar usualmente, pero no convencionalmente por una ventanilla y un teléfono o una reunión del reformatorio no, iba a asomarme por la ventana del primer piso, Josué se asomo y hablamos, charlamos un rato antes de que me dijera algo que nunca olvidare.
-Voy a salir de aquí, voy a escapar-.
Pero que clase de fuerza tienen los brazos o las palabras de un adolescente frente a los barrotes de una cárcel? pues al día siguiente volví y ya no estaba en el primer piso, estaba en el segundo, nos hablamos en voz alta y me volvió a decir lo mismo antes de irme.
-Voy a salir de aquí-.
confiaba en el, era un tipo duro… pero al día siguiente estaba en el tercer piso, por mis gritos y los suyos me descubrieron y me tuve que ir corriendo, pero recuerdo haber notado una cicatriz en la frente de Josué. Al día siguiente, el estaba en el decimo piso, cubierto por la neblina de la colina que tapaba a partir del quinto piso, ya no lo veía, ya no lo escuchaba, tenia miedo de que se hubiese perdido.
La verdad es que Josué jamás existió, es como llamo a mi lado valiente, que no temía defenderse o responder, tomar cartas en el asunto o acciones. solo espero que un día pueda volver y defenderme del dolor que siento ahora.
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