Querido Diario:

Hoy ha vuelto a venir el Señor Assad. Es muy simpático conmigo y su aspecto redondo le hace parecer entrañable. Me ha regalado un colgante con el Ojo de Horus, es precioso. Dice que él mismo se ha sumergido en el Río Nilo para rescatarlo de un barco hundido. Se nota que me tiene mucho aprecio.

Mamá dice que tengo que dejar de jugar a las muñecas, que andar descalza por casa no es de señoritas y que me tengo que acostumbrar al hiyab porque pronto seré una hermosa mujer. Ella me ve crecer a pasos agigantados y no se da cuenta de que a mis diez años sigo siendo una niña, y me gusta que sea así. Cuando Aliyah, mi madre, está en casa y se quita todos esos trapos de la cabeza demuestra ser hermosa. Tiene una melena larga, morena y lisa que recorre su espalda hasta las caderas. Sus ojos verdes la convierten en una princesa que solo Zyad, mi padre, ha sido capaz de conquistar.

Lejos de las normas de mi casa existe un lugar al que le llamo la Guarida de Hathor, mi guarida. Mis padres eligieron ese nombre en honor a una Diosa de la antigua mitología de Egipto, el lugar en el que vivimos. Dicen que cuando nací era tan hermosa que no pudieron evitar utilizar el nombre de una deidad para bautizarme. En mi guarida oculto todo aquello que mamá cree haber tirado a la basura. Cuentos, muñecas viejas y algunos juguetes que encontré por la calle en los paseos matutinos de mi familia. Es mi pequeño templo, con coches de plástico y muñecas despeinadas. Cuando entro allí, a través de un pequeño hueco entre la puerta sellada por una roca, me entra la risa. Estoy delgada, tía Zayane dice que si no como más no desarrollaré buenos pechos, como si eso me importara.

Ojalá no creciera nunca, quiero ser una niña para siempre. Sé que cuando sea una mujer tendré que utilizar el hiyab cuando salga de casa. Intento peinar a mis muñecas, pero sé que el polvo que se cuela por el inexistente tejado conseguirá despeinarlas de nuevo.

— ¡Hathor!—grita Aliyah cada atardecer para que regrese a casa y así lo hago, pues sé que al día siguiente podré volver a huir.

Mi padre es mercader, o así lo llamo yo, vende la lana de nuestras ovejas e incluso a algunos corderos. A veces le ayudo a cuidarlas y a cambio me deja ponerles nombres: Sacmis, Neith y Bastet son mis favoritas. Cuando voy a verlas acuden a mí con alegría, son muy divertidas, me encanta que me laman la planta de los pies. Me hacen reír, como muchas otras cosas, mamá dice que soy demasiado risueña y que algún día veré las cosas como una mujer. Pero yo me niego, no quiero crecer.

El Señor Assad hoy ha venido a comer a casa, se ha sentado a mi lado y me ha ayudado a que mamá no me obligue a comer guisantes. Ojalá algún día hagan taijin para comer, me encanta el de pollo con limón y un toque de picante. Aunque odio que a veces mi madre le eche guisantes, no se entera de que no me gustan. A veces me gustaría tener algún hermano menor, papá dice que mis hermanos mayores partieron a ayudar en la guerra y que aún no han vuelto. Seguro que pronto estan en casa y llenan la habitación de regalos. Tía Zayane dice que si hubiera nacido siendo niño estaría yendo a la escuela para aprender a ser un gran soldado, mejor que no porque en mi barrio las niñas no van a la escuela.

Mamá me enseñó a leer y papá a multiplicar, dicen que soy muy lista. A veces, cuando no hace mucho calor, solemos acercarnos al mercado para ver la gran diversidad de puestos. Allí se vende de todo, desde bolsos y zapatos hasta kebabs y aperitivos de pollo. No me gusta ver el Eid al Adha porque pienso que los corderos que son sacrificados podían haber sido mis amigos. Aunque, si soy sincera contigo mi querido Diario, el guiso de cordero que hace tía Zayane está delicioso. Mamá dice que debo escribirte cada día separado, que debo despedirme para volverte a saludar. No quiero hacerlo, no me gustan las despedidas así que prefiero escribirte siempre que me apetezca, ya sea en la Guarida de Hathor o bajo las sábanas de mi cama.

Espero que no te moleste, no quiero perderte nunca, así que tenemos que pensar en qué hacer para cuando se acaben tus páginas ¿Vale Diario? No hay muchos niños aquí donde vivo, y como he dicho antes las niñas salen poco a la calle. Amunet, Heset, Issa y Mout se mudaron lejos de aquí, ya no sé nada de ellas. Sus padres a veces se paran a hablar con los míos, se les ve un poco dolidos. No he conocido a muchos niños, suelen estar ocupados en las escuelas o yendo a la guerra. ¿Cómo voy a conocer a mi príncipe?

¡Ay mi Diario! Hoy tengo una gran noticia para ti. ¡Vamos a partir con el Señor Assad a conocer más Mundo! Estoy muy contenta. Me lo han comunicado en la comida mientras mamá lloraba emocionaba.

Me da pena tener que alejarme de mis padres y de tía Zayane, pero sé que a la vuelta los podré ver. Dice papá que mañana me vestirán de princesa, que el Señor Assad me ha regalado un precioso vestido de seda blanca ¡Seda de verdad! Mi abaya es precioso, es blanco como la nieve y tiene formas de flores y mariposas por todos lados. Mamá quería colocarme el niqab en la cabeza pero me he negado y me ha dicho que no pasa nada, que hoy podré lucir mi cabello como a mí me gusta. Tía Zayane me va a peinar con una larga cola sobre mi hombro derecho ¡Ya verás cómo voy a estar hermosísima!

Mamá se ha vuelto a emocionar, me ha comparado con sus fotos de boda. Era joven y su niqab ocultaba su cabello resaltando las facciones de su rostro. Sus ojos verdes parecían joyas sacadas del Río Nilo, como el Ojo de Horus que el Señor Assad me regaló hace unos meses. Lo siento, ¡oh mí querido Diario!, había días que no podía huir a la Guarida de Hathor para escribir, así que no pude escribirte todo lo que quise. No te preocupes porque te llevaré conmigo siempre. Hoy ha sido un día muy emocionante.

La sala estaba llena de gente, hombres y mujeres muchos, desconocidos para mí. Mamá lloraba, papá sonreía orgulloso y tía Zayane no paraba de girar su mirada cuando quería mirada. ¿Quizá estuviera haciendo algo mal?

El imán ha estado recitando largas palabras durante mucho tiempo, el Señor Assad me agarraba de la mano e incluso al final de la ceremonia me ha dado un beso en la mejilla. Es muy agradable, aunque a veces me mira raro, no sé cómo explicártelo pero es como si yo fuera su tesoro.

Ahora estamos en un coche, es la primera vez que monto en uno y la sensación es bastante rara. No he tenido mucho tiempo para despedirme de mis padres y de tía Zayane, pero les he dicho que volvería pronto y se han emocionado de nuevo. Sé que me tienen mucho cariño, yo también a ellos, pero ahora voy a conocer Mundo. Han sido muchas horas de viaje, me he dormido y he despertado varias veces.

El Señor Assad cuida de mí muy bien, siempre hay una sonrisa en medio de su rostro redondo y peludo. Es casi como un oso, nunca he visto uno de verdad así que me baso en los cuentos que tengo en la Guarida de Hathor.

La casa en la que voy a vivir es enorme, con fuentes y grandes jardines. Hay mujeres que me atienden con simpatía, algunas incluso me miran con pena. Soy pequeña pero sé que gracias al Señor Assad voy a conseguir más de lo que me he propuesto. Mi habitación es muy grande, con sábanas blancas que ocultan una cama de gran tamaño ¡Y toda para mí solita!

Tengo miedo, el Señor Assad golpea mi puerta porque quiere venir a dormir conmigo. No quiero que entre en mi cuarto. Hoy me dijo que íbamos a ser muy felices juntos, que no volvería a ver a mi familia y que bajo el amparo de la luna llena en el desierto me haría ser una mujer. ¡No quiero crecer!

Ha entrado… ya está aquí… siento que no volveré a verte Diario… por eso ahora me despido para siempre de ti. Te quiero tanto como quiero a mi madre Aliyah, a mi padre Zyad y a mi tía Zayane. Hoy sé que pronto estaré en un lugar mejor, uno en el que el dolor ya no es cosa de niños.

-En memoria de esas niñas que son casadas o vendidas en los países árabes. Hathor siempre estará con nosotros-

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS