Mi extraña historia

Mi extraña historia

ppfluger

01/01/2025

I

Me llamo Hernando Flores, tengo doce años, vivo en un pueblo de provincia y voy a séptimo grado de la escuela primaria.

Hoy es siete de setiembre de mil novecientos ochenta y tres; y mi familia y amigos sentimos la euforia de la época; es que estamos en un momento histórico único según papá. Faltan menos de dos meses para la llegada de la democracia.

No sé si será la época o que el año que viene comenzaré la escuela secundaria lo que me cambia el humor. A veces me pongo muy contento, otras me deprimo encerrándome en mi habitación, me meto en la cama a pensar, en ocasiones sin saber en qué. Y si no me encierro salgo a deambular por el pueblo.

Mamá preocupada por mi estado de ánimo consultó a la maestra, y esta le contestó que es normal que me pase esto, que estoy dejando de ser un niño e internándome en la adolescencia, de que estoy comenzando a buscar mi propia identidad. En cambio, papá me exige que me deje de remolonear y me ponga a hacer algo, cualquier cosa. No los entiendo, ¿acaso no pasaron por mi edad?

Con mis amigos Juan, Pablo y Sergio hablo sobre lo que me pasa, ellos están en las mismas, todos nos sentimos en algún momento como sapos de otro pozo, y nuestros padres que deberían orientarnos no nos comprenden, ya, es cierto que no solemos decirles lo que nos pasa, pero deberían saberlo, ¿acaso no son mayores? Confiamos más entre nosotros mismos que en papá y mamá.

Por supuesto además de nuestras cuitas, también conversamos sobre el futuro. Juan quiere ser médico, por lo que el año que viene comenzará el bachillerato, al igual que Pablo que quiere ser abogado; Sergio por su parte quiere ser licenciado en administración, por lo que seguirá la escuela de comercio.

A mí me gustaría ser ingeniero electricista, pero a diferencia de ellos, mis padres no pueden solventarme los estudios universitarios; aunque he oído que algunos estudiantes se las apañan estudiando y trabajando, el futuro dirá. Seguiré la escuela técnica para recibirme de electricista igual que papá.

Nos damos cuenta que el año que viene estaremos separados, pero no por ello dejamos de jurarnos amistad eterna.

Nos gusta mucho ir al cine; pasear por el pueblo en bicicleta, yo no tengo, así que Juan me lleva en el caño del cuadro de la de él; ir a bañarnos al río; y jugar a la pelota con otros chicos en la cancha del barrio.

Somos un poco críticos con respecto a la escuela; yo menos que ellos, a mí me gusta más. Encontramos enciclopédica su enseñanza, que no se adapta a nuestras necesidades, aunque muy bien no sabemos cuáles son estas. Nos damos cuenta que también comenzamos a ser críticos con respecto a la sociedad, antes no veíamos las pronunciadas diferencias que hay, tales como las injusticias y la pobreza.

Hablamos de lo que haremos al respecto; Juan dice que cuando se reciba de médico atenderá en el hospital público del pueblo, Pablo aconsejara ad honorem a los necesitados, y Sergio, que la empresa que él creará tendrá condiciones de trabajo dignas y justas.

Yo los escucho, y reflexiono al respecto, y lo veo a mi papá, que es electricista, y aunque creo que es importante lo que hace, no siento que haga mucha diferencia social. Sin embargo, mi mamá que trabaja de secretaria en la única concesionaria de autos nuevos y usados del pueblo, encuentra tiempo para actividades caritativas en la parroquia.

Mis amigos se dan cuenta de que esto me preocupa y me hace sentir un poco cohibido frente a ellos, pero siento que comprenden mis circunstancias.

Como dije soy el que más conforme está con la enseñanza de la escuela. Pienso que esto es así porque en casa se lee mucho, mis papás y yo somos lectores de novelas. A papá le gusta las históricas, además de los libros de historia y las biografías. Su mamá que fue maestra le hablaba de su trabajo, y cuando tenía quince años le compró una enciclopedia en tres tomos, “Historia de la Argentina”, que le gustó tanto, sobre todo el nivel de detalle, que quiso seguir el profesorado de historia, pero no pudo. En tanto a mi mamá le gusta las novelas románticas, y se las prestan con sus amigas.

A mí me gusta leer junto con papá una enciclopedia ilustrada, en cinco tomos, que se compró a principios de año. Además, también novelas juveniles, que me dejan elegir cuando vamos a la librería, o las encargamos al librero por consejo de este. Me gustan porque muestran un panorama, aunque sea en ficción, de otros chicos de mi edad. Papá quiere que además de un paso adelante y lea también biografías para que tenga un norte en la vida y sepa de las dificultades de otros, pero a mí me parecen sosas.

 Últimamente se me está haciendo costumbre salir a caminar solo por el pueblo ya sea pensando en lo que me sucede, o a veces sin pensar en nada, deambulo meditativo, sin casi mirar alrededor. Sin embargo, un día miré casualmente la vitrina de una conocida bicicletería, y allí la vi.

Estaba junto a las demás, pero para mí fue única. Rodado veintiocho. Cuadro de bandas naranjas y plateadas, el manubrio de aluminio reluciente, asiento de cuero marrón claro, cadena y piñón bien aceitados, con una deslumbrante estrella y llamativos pedales, las ruedas de gran diámetro con largos brillantes rayos.

Quedé deslumbrado ante esta visión, entré para saber más de ella y el bicicletero me dijo sin mirarme siquiera “mil doscientos”. Allí supe que nunca la tendría, salí cabizbajo de la tienda y continue mi camino con los hombros caídos y mirando el suelo.

No fue la primera vez que pase por la bicicletería, Me quedaba embobado mirándola pensativo. “mil doscientos pesos argentinos”, “¿Cómo haría para juntar esa plata?”, “Es lo que ganan mis padres juntos en un mes”; “Si se las pido me la rechazaran”; “¿Y si fuera en cuotas?”, “Tardarían un año en pagarla”. No encontraba solución a la situación.

Un día ante ella me pregunté “¿Por qué me gusta tanto?” La respuesta vino sola a mi mente. Su color me recordaba el color del cabello de Claudia, mi compañera de grado, que hace unas semanas se fue a vivir a Buenos Aires. Allí supe que estaba enamorado de ella y de que no lo sabía.

Ante esta revelación se intensificaron mis deseos de tener la bicicleta.

Comencé a escudriñar en mi mente como podría conseguirla. Si trabajaba cortando el pasto en las casas de los vecinos a un promedio de quince pesos por casa, tardaría un año en juntar la plata; lo mismo o más si le pedía a papá acompañarlo a hacer sus trabajos, ya que debería ajustar mis tiempos a sus horarios.

La bicicleta no me esperaría un año.

También podría negociar con ellos, que me la comprasen ahora y les devuelvo la plata durante un año. Podría usar el argumento que eso moldearía mi carácter. Pero desazonado me imagine que no creerían en mi continuidad.

Entonces pensé “¿Qué acaso me voy a quedar sin bicicleta, sin hacer nada por ella, lo mismo que me paso con Claudia, aunque en ese momento no lo sabía?”

Dentro mío sabía que era así, estaba condenado a quedarme mirándola embobado, hasta que alguien se la lleve. Y así fue, un día no estuvo más.   

II

Elena Campos de Flores, una mujer de treinta y uno años, de larga cabellera rubia mostaza y ojos claros, complexión delgada y un metro sesenta de estatura volvía de su trabajo de secretaria de la única concesionaria de autos nuevos y usados del pueblo cuando vio a su hijo encaramado al escaparate de la bicicletería de la vereda de enfrente mirando alguna bicicleta. Lo saludó llamándolo por su nombre, pero este, embobado, no acuso recibo; así que siguió de largo.

Esta escena se repitió algunas veces, por lo que un día en el que él no estaba decidió entrar en el negocio y hablar con el dueño. Le preguntó por el chico de cabello igual al suyo que a veces miraba por la vidriera, el hombre lo reconoció, dándose cuenta que se trataba de su madre. Y le mostró la bicicleta que a ese muchacho le gustaba, indicándole el precio.

Elena fue a hablar con su esposo Rodolfo. Le comento donde había encontrado varias veces a su hijo. Que a ella le parecía conveniente comprarle aquella bici, dado que Hernando estaba creciendo y les vendría bien para fortalecer sus piernas, y además le daría libertad de movimiento para sus andanzas por el pueblo. Sin dudas esperaba su comprensión y participación.

Lo que no esperaba fue la repuesta tajante de su marido; quién aseveró  “Si Hernando quiere hacer ejercicio puede jugar a la pelota con sus amigos y los demás chicos del barrio, o salir a caminar, ya que tanto le gusta deambular solitario por el pueblo”; “ Que lo más importante para él es el conocimiento, este lo hará libre, que para eso se había comprado la enciclopedia ilustrada a principios de año, la cual había costado casi tan cara como la bicicleta y que aún estaban pagando“; “Si tanto quiere una bicicleta, que trabaje y se la compre”. Elena dice “Es muy chico para trabajar, solo tiene doce años”. Rodolfo rebate “Edad suficiente para agarrar una pala, barrer veredas o acompañarme a trabajar.”

III

Elena compra la bicicleta pagándola a crédito durante un año. Algo que no le gusta a Rodolfo, ya que piensa que está consintiendo demasiado a Hernando, además del gran sacrificio que está haciendo.

Cuando regresa Hernando a casa de uno de sus paseos la encuentra apoyada en la pared del pasillo que da a su habitación.

Con júbilo y lagrimas en las mejillas, exclama mientras la señala, “¡No lo puedo creer!” Y pregunta mirando a sus padres azorado: “¿Cómo supieron cuál era?”

Su padre lo llama a un aparte y le señala cuanto sacrificio le cuesta a su madre que él tenga la bicicleta, que él por su parte no estaba de acuerdo con comprarla. Hernando se da cuenta de la situación y baja la cabeza. El padre le da una palmada y le dice “Anda”.

Hernando toma apresurado la bicicleta y en su primera salida se dirige a la casa de Juan donde lo están esperando sus amigos

Tiene una alegría desaforada al andar en ella por primera vez.

Siente el tacto del manubrio, el sillín, los pedales. La sensación de las ruedas con el ripio de la calle. El día, el sol de la tarde, el viento en la cara y el cuerpo.

La expectativa del asombro que tendrán sus amigos cuando la vean.

Y al llegar a la reunión lo primero que dice es: “Tal vez no crean mi extraña historia”

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