Kafkiana Oposición.

Kafkiana Oposición.

J.C.

31/12/2024

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Tres de la mañana. Éramos 423 aspirantes al empleo de  auxiliar de clínica. Gran Hospital público  de la época en que Franquito inauguraba pantanos y  nosocomios.  Mugre, muebles de fornica, luces tintileantes y enfermizas. Colillas de porros  en un cuenco de  loza. Vagabundos  borrachos meando   contra la pared.

La cola se incrementa en dos docenas de rezagados  cuando el sol está apareciendo. La luz hace que varios aspirantes licántropos desaparezcan y se adelgace la fila. El olor a sobaco se rebaja mientras fugaces visiones de peludos desaparecen por las travesias 

Ruido de portazos, capacitaciones de eficiencia a base de rulos de euros  bajo mano.

Gran letrero  rojo metálico:  abstenerse  los aspirantes sin  documento FHM 353.

El Controlador  es Bruno Albanese. Proporciona coartadas,  anula multas impagadas llevándose una comisión y blanquea a sodomitas que están en tercer grado.

Traducido: en  teoría el BOE lo deja clarinete:  ninguna multa pendiente, ningún requerimiento judicial. Pero quedan exentos los perversos con parafilias y los pederastas de sindicato. Hecha la ley, hecha la trampa.

Nos rapan el pelo, nos ponen el pijama de rayas y nos echan clorestelfactiznida. Limpieza en seco estilo  Kazajsktán.

Pasa un vopo ( «Volskpolkizei») con un perro pastor alemán de  60 kilos que  nos olfatea por si hay rastros de farlopa o ketamina.

Ronda de trabajo  fastidioso:  repasar los papeles de los admitidos, informes de reincidencia que descartan a tres pringados.

Con fingida humildad paso el  primer filtro enseñando mi galleta Maria Fontaneda debajo de la solapa, con gesto rápido. Mi pelo cortado a cepillo y mis tatuajes de la Legión acojonan al  refereee, un  ex marine  con un megáfono  que da las primeras instrucciones a  80 decibelios, todas sin sentido. El tipo no podría dirigir ni un desfile de mongólicos. Pero su mirada de rayos X desestabiliza a unos cuantos aspirantes. Hora del temor de Dios. Quedamos reducidos a 275 aspirantes.

Pasamos a otro cuarto , una sala sucia y más bien miserable. Donde nos ponen a «tocar el piano» (  hacernos las huellas dactiloscópicas).Luego sonreimos a la cámara para las instantáneas policiales. El perro, con una lengua enorme me lame la pantorrilla, pero no muevo ni un  átomo de glucógeno de mis músculos, estirado como si me hubiera tragado un palo de escoba paso el suplicio.

Señores  :Mi única aspiración es conseguir el curro, estar ocho horas acarreando  yonquis con torniquetes,  zumbados de mirada  vudú por exceso de fentanilo,  tipos enfermos con cicatrices en venas en sillas de ruedas y sacando fritanga para forenses  con las que los aprendices de médicos aprenden  medicina pública. Un trabajo que me permita sobrevivir en ésta urbe  para luego pillarme una pensión e irme a las islas Galápagos a ver tortugas fornicando al sol ¿ pido mucho?

El empleado del depósito de cadáveres, un tipo con toda la pinta de Salvador Illa

nos hace el exámen final. Sólo quedamos seis aspirantes. Nos ponen un protector en la boca y con un silbato nos  obligan a darnos puñetazos.

Sólo quedo yo en pie: el curro es mío.

Votación a partir del 16/01

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