Cuando olvidas quién eres, todo está perdido. Ningún camino parece el indicado. Da igual el que elijas. La batalla contra el mundo comienza; solo para intentar recordar, para descubrir esas alturas que alguna vez te salvaron de morir.
El camino es largo y sinuoso; no hay esperanza segura. Cada día es una pérdida de mundos, de verdades que pudieron ser. Elige una y enfócate. No importa si duele. Es mejor ir a un lugar que no saber tu destino.
El campo de batalla se hace grande en la tierra; en las alturas, no importa su tamaño. Todo es sin espacio definido cuando el dolor desaparece. Respirar el mar a distancia, escuchar el viento crepitar, sentir la brisa arder pareciera fácil cuando nada importa más que el miedo a morir. Aun así, no temas a la muerte; ya estás muerto. Nacer te asesina. ¿Por qué tendrías miedo de algo que ya vive en ti? Morir te hace sentir esa vida perdida y sedada por el consumismo; dejalo de lado. Siente y escribe. Nada importa si mueres antes de morir. Esa es la clave.
Tal vez algunas palabras escritas puedan ayudar a mitigar esa agonía alojada en tu mente. Haz uso de ellas y espera de nueva cuenta. Repite el ciclo cada día; evita el suicidio escribiendo. Permanecer con vida: la tarea principal del poeta.
El frío se ha disipado. Cosa extraña en el mes de diciembre.
Nada es como parecía.
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