Había frases de la segunda sinfonía de Beethoven que aún hacían llorar a Jose, él siempre lo había atribuido a la melodía, se imaginó a Beethoven sordo, con el alma enferma y el corazón roto, garabateando con furia mientras la muerte esperaba en la puerta afilándose las uñas. Sin embargo, pensaba Jose, podía ser la vida en el campo lo que lo hacía llorar, lo estaba matando con su silencio y su soledad que convertía las cosas más ordinarias en algo de una belleza insoportable.
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