No tengo a nadie más a quien darle esos pequeñitos besitos en la nariz; no tengo a nadie más a quien hacerle esas cosquillitas en el ombligo que tanta risa te provocaban; no tengo a nadie más a quien pellizcar sus cachetitos tiernos; no tengo a nadie más a quien consolar en sus llantos nocturnos; cuando las pesadillas acechan detrás de las puertas o debajo de la cama; no tengo a nadie más a quien cuidar sin descanso en su enfermedad, a quien bajar la fiebre, a quien curar sus heridas o aplacarle sus toses nocturnas; no tengo a nadie más a quien cuidar como si me necesitara.

Y es que  tu fuiste el único ser que nació de mi, la única vida que tuve el placer de crear, la única personita en el mundo a la que vi nacer y tener el privilegio de ver su primer suspiro.

Por ello, eres parte de mi; todos tus momentos viven en mis recuerdos, con mi cuerpo yo te abrigaba, entre mis caricias encontrabas tus sueños, entre mis «te quiero» aprendiste a hablar, entre mis brazos aprendiste a descansar un rato de la vida; pero sin embargo, no se quien ha aprendido más de las dos, si tu de mi o yo de ti, sea como sea, en esta vida tu has sido para mi un Ángel y quiero que sepas que la herencia que me gustaría dejarte es un corazón fuerte, pero que a pesar de lo fuerte que seas, yo estaré aquí siempre; ahora, si me tienes que soltar la mano, ¡suéltame!, cuando tu quieras mi ayuda, yo estaré esperándote para volver a agarrarte; porque si estuve en tus buenos momentos, también estaré en los malos, yo siempre te curare tus heridas con besos y te hare compañía en tus caídas, porque tu y solo tu, me desataste 1000 nuevas emociones.

Te quiero. Mi niña.

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