Llegaste de repente, justo cuando más fuerte era la idea
de no volver a enamorarme jamás.
Había sufrido tanto que el miedo me envolvía,
y dudaba si mi corazón podría entregarse una vez más.
Pero ¿qué más da? Si eres como un ángel,
tu risa y sonrisa me hacen levitar,
desvanecen el peso del pasado,
y solo quedas tú, iluminando mi oscuridad.
Tu voz me eleva, suave, como un canto divino.
Tu piel me envenena, pero es un veneno dulce,
que consume y embriaga,
irradia tanto amor que es imposible de controlar.
Resistirme no es opción, porque ya me rendí a ti.
Tocaste directo mi corazón, como si fuera una cirugía precisa,
y si encantar el tuyo se vuelve un desafío,
que mi alma se desgaste en el intento,
pues verte sonreír será mi recompensa.
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