(Dedicado a mi amiga Luisa Fernanda Pemberty)

Cansada y triste, gris como las tormentas de octubre,

Allí nací, afligida por la nieve que cubre el mar.

Mis pies se fundieron, cansados, en el asfalto,

Sin vida, existía mirando veinte primaveras

De soles negros.

Sin oráculos, la luna guía el timón

De mi barco, en el desierto.

Viví nadando, enseñando

Con ensoñaciones de la cultura y la physis

De los presocráticos.

Vi el eclipse desaparecer,

El follaje de estrellas marchitarse,

Sin despedirse.

En esta árida montaña,

Observé el cosmos y la nada,

Y sobreviví cantando:

“Soy tan amada y temible

Como el cielo, el mar de fuego,

La sombra de la primavera

Y la última estrella en invierno”.

Vivo muriendo en los aromas del bosque,

Sacudida por las palpitaciones de las olas.

La música del viento penetra en el crepúsculo,

Las tinieblas de la noche abrazan y derrumban mi ser.

Mi carne gorgotea y sucumbe

Al éxtasis de no saber volver a Ser.

El alba incendia mi memoria,

La belleza y el horror tejen

Este teatro de turbulentas sensaciones

Y deleites musculares

Que hormiguean y colorean las fibras

Del alma, la carne y mis letras,

Que desfallecen ante el paisaje

De ver el universo reflejado en un estanque.

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