Emperador
Tú eres emperador del amor, aquel que cree puede tentar a un alma más de lo que puede soportar.
Tú eres señor que aprisiona el corazón sentado desde el trono de la razón.
Tú eres dictador que sonríe mientras dice regalar amor.
Tú eres el amor que creía me sanaría, jamás imaginé que me matarías, yo siempre odié a la monarquía.
Y si…
Los estados de la duda fueron creciendo mientras esperaba.
La ausencia de tu cuerpo en mi cama la grieta en mi pecho acrecentaba.
Tu fotografía de la pared en polvo se transformaba.
El reloj marcaba las cinco de la mañana y en el lecho un cadáver quedaba.
Amnesia voluntaria
Representó la imagen de tu rostro, el pensamiento no nació y comprendí que acabó.
Murió en un momento en el que tu recuerdo perlaba.
Dormí, desperté y no recordaba nada.
Lamento lo que no hice por ti, hoy ya no recuerdo nada de lo que fui.
Hielo
La ociosidad intelectual que circunda su romance aturde con frecuencia mi voluntad.
Querido niño de ojos tristes tu belleza puede hipnotizar, pero tu capacidad para comunicar deja mucho que desear.
Se refugia en la actitud de ver y callar, cobijarse entre hielo sepulcral.
No hablará y la vida se me gasta de tanto esperar.
Viajar
Entre el verdor de mansos bosques me dormí y fui feliz.
Desperté convertida en alas y por fin volaba.
La fragancia del cielo mi cuerpo perfumaba.
Desde ese día dormir ya no deseaba.
¿Qué?
¿Qué nos queda? Una risa fingida, un beso oxidado y un te quiero, pero no te amo.
¿Qué nos queda? Las palabras gastadas, la incomprensión y la última ventana de la habitación rota.
¿Qué nos queda? El recuerdo de un viejo sofá sobre el que solíamos al amor jugar.
¿Qué nos queda? Nos queda, la intención que nunca nació de corazón.
Para cuando
Perennes las rosas enjuagan sus lágrimas al compás de la lluvia.
¿Por qué lloran? Murió el jardinero que todas las mañanas el alma les refrescaba.
Cuando vivo jamás dijeron una palabra y con espinas le pagaban.
Murió, hoy no quedan más dádivas de agua.
Incubadora
Con tu luz lléname de paz, necesito después de vivir, respirar.
Nací tragando humo, alimentándome con hiel y debajo de un pedazo de vidrio por cielo.
Déjame ser en tus brazos la mariposa que tanto anhelo.
Déjame salir a pasear mis ojos entre tus inmensas faldas azules.
Conatos
El dulzor se convirtió en ranciedad y así nació la ansiedad.
Proseguir o dejarlo por el bienestar; dejarlo sería cobardía y proseguir necedad.
¿Quién puede más en este divagar en el que buscamos exterminar la soledad?
Yo por intentar o tú por fallar.
Oración
Un plato de obscuridad bien servido y una copa de luz cerca de la cruz.
Las perlas del rosario nigérrimas de polvo estelar sin rezar.
La oración que gritamos hasta el cielo no pudo llegar.
De la garganta a la boca se perdió y así nació nuestra dependencia de amor por la luz.
Segunda mesa
Y si mañana no me ves, no me extrañes, recuerda que solo se extraña lo querido.
Tú a mí nunca me has amado, para ti he sido un adorno para mirar y el tiempo gastar.
Y si mañana no me ves, no pronuncies mi nombre, ese, él que conoces, ese no es el mío.
Tú a mí nunca me has llamado, tus labios solo con el nombre de ella se han llenado.
Insomnio
Mis mentiras blancas se tornan negras cuando hablo de ti.
Mis labios se requeman al pronunciar tu nombre.
En mis ojos nacen tormentas al recordar tu imagen.
Al amanecer, mi almohada siempre amanece inundada por ti.
A la una…
Marcando la una de la madrugada el reloj se detuvo antes mis ojos.
Abrí la ventana para que se llevarán el cadáver del tiempo.
Entraste tú, entraron ellos y me llevaron cargando entre los hinojos.
No murió el reloj, murió el caparazón de mi desierto, este es mi entierro.
Designio
Conociendo poco de la vida proclamé mis versos a la muerte.
Recelosa, enojada y helada asomó manos en mi tez pálida.
Susurrando al oído que mi suerte acababa, dijo: voy a comerte.
Su mordisco era beso y lentamente dejé mi crisálida.
Melodía
¿Cuánto tiempo debe pasar hasta verte llegar?
Incógnita repetida que murió cuando llegaste.
Arribaste, resentí del vacío que había y que quería.
¿Qué es lo que quería? A ti o el sonido de tus melodías.
Viento
La tristeza de la noche se denota en las gotas de rocío.
Tus manos en mi espalda siembran sufrimiento, puedo sentir tu frío.
¿No me amas? Es verdad, nunca me has amado, ¿por qué sigo esperando?
Dejaré en el cierzo mis espinas y jamás me verás por ti clamando.
Enamoramiento
La octava pulsación de una sistólica eufórica.
La séptima de una diastólica reposando en el atril.
Llora el piano desalentado y arde en pasión el pianista.
¿Distorsión, presión, cerebrovascular en tormenta?
No, solo hubo un cambio de artista.
Amenaza
Lloremos juntos y hagamos el amor hasta que las heridas se cautericen o nos destruyan.
El beso sea remedio o veneno, la caricia suavidad o espina y tus ojos cielo o infierno.
¿El mundo? En un mundo sin ti no me imagino vivir, no podría el aire sentir.
¿Y tú sin mí? Tú sin mí debes seguir, tú que has sido la más grande herida de mi existir.
Final
Amado mío entona en tu violín nuestra canción y regálame el don de observar las orquídeas.
A través de tus notas quiero ver más allá de lo que los ojos consiguen.
Sentir lo que la piel se limita con el tacto de los actos de amor desenfrenado.
Amado mío, hoy no soy tuya de cuerpo, soy tuya de alma y con eso termina el ritual de derrocharme.
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