La servidora de Lilith

Tac, tac, tac. Me desperté con un sonido constante, como un goteo. El sonido parecía venir desde mis espaldas, comenzaba a irritarme su continuidad, su cadencia, su constancia. Quise incorporarme para saber de donde provenía, estaba acostado boca arriba, pero fui incapaz de realizar algún movimiento con excepción al de mis ojos, los cuales podía mover hacia todos lados, buscaba información en la habitación. Todo estaba tal cual lo había dejado la noche anterior, al menos lo que podía percibir en la oscuridad. La puerta del placard estaba entreabierta, en el escritorio aún permanecía la pila de apuntes que había estudiado antes de dormir, el vaso de agua y la computadora apagada, la silla con la acumulación de la ropa usada a lo largo de la semana, ningún movimiento. 

Comencé a esforzarme por mover alguna parte de mi cuerpo, me sentía atado al colchón. Podía sentir mi corazón, estaba acelerado, la adrenalina inundaba mi cuerpo. Aún escuchaba el goteo, estaba presente parecía erosionar mis pensamientos con la paciencia y la constancia propia del agua. Intentaba mover mis manos, mis pies pero nada respondía. Decidí concentrar todas mis fuerzas en mi pecho y mis brazos, dispuesto a separarme del colchón. Luché por algunos minutos -o tal vez horas- era imposible medir el tiempo. Hasta que con todas mis fuerzas logré sentarme, como cuando se libera una fuerza contraria, salí casi eyectado. Ya no percibía el goteo, tenía movilidad en todo mi cuerpo. Permanecí sentado por algunos segundos para recomponerme, la respiración y el corazón estaban acelerados, la adrenalina aún recorría mis venas. Intentaba relajarme para volver a conciliar el sueño.

Tac, tac, tac. De nuevo ese sonido, había logrado dormirme pero otra vez me había despertado de forma abrupta e inmovilizado. Sin embargo, esta vez algo cambió, sentí una presión en mis muñecas y tobillos, como si alguien impidiera con todas sus fuerzas que mueva mis extremidades, sumado a una presión en el pecho. Recorrí con la mirada la habitación, percibí movimientos que no lograba distinguir, quería incorporarme para ver mejor pero no podía. ¿Habría alguien en la casa? ¿me habían inmovilizado dormido?

Me enfoque en el hilo de luz proveniente de la ventana que iluminaba la habitación y terminaba proyectándose en el placard, en donde logré divisar siluetas que se movían con rapidez. En ese momento, una idea me apoderó, algo querían de mí y tenía que resistirme, no podía permitir que cumplieran su objetivo sea cual fuera, porque si lo hacían, eso podía costarme la vida.

La presión todavía me inmovilizaba, luchaba, intentaba apartarme pero resultaba más fuerte que yo. ¿Quienes eran? ¿Qué querían? ¿Por qué me pasaba esto? 

Comencé a sentir humedad en mi cama, mis sábanas estaban mojadas por completo a causa de mi transpiración. Aún estaba inmovilizado y escuchaba el goteo, los pensamientos pasaban por mi mente a gran velocidad, me costaba escucharlos tras el tac, tac, tac, alguien o algo podía matarme y no podía defenderme. Nunca había sentido tanto miedo como en este instante en mi hogar, en mi cama, lugar que, paradójicamente, percibía como el más seguro del mundo. 

De pronto, decidí que no podía morirme sin dar pelea, de la forma que sea, apreté mis puños con fuerza, intente mover mis brazos, intente patear, la presión en ellos parecía aumentar con vehemencia. Comencé a implorar, suplicar que me dejaran libre, no podía verbalizarlo, pero algo en mi entendía que percibían mis pensamientos. Fue cuando la presión desapareció de golpe y volví a tener la capacidad de moverme. Busqué el celular en la mesa de luz, eran las 02:40, de alguna manera tendría que mantenerme despierto hasta las 07:00 para ir a la facultad. Encendí el velador, la habitación se encontraba normal, estaba solo. Me senté en la cama y abrí un libro de cuentos.

Mantener la atención en la lectura se tornaba una tarea imposible de sostener, las letras parecían bailar entre ellas, los párpados se volvían cada vez más pesados, cada tanto cabeceaba interiorizándome en el libro. Pero no, no podía permitirme volver a dormir. Me acomodaba, frotaba mis ojos, movía la cabeza y retornaba la lectura.

Tac, tac, tac. ¿Me dormí? No podía creer que esto me pasaba de nuevo. Otra vez la presión en muñecas, tobillos y en el pecho. Comencé a querer moverme hacia todos lados, nada. En eso escuche, como si alguien balbuceara en mi oído: “Si te movés te morís”. El goteo siguió detrás de esas palabras, recordando mi muerte inminente. Me quedé paralizado del temor, pensaba cómo liberarme y casi como un instinto de supervivencia, grité internamente: “¿Qué mierda quieren?” Entonces, es cuando empiezo a ver una silueta que sube a la cama desde los pies, caminaba con las cuatro extremidades. Era de contextura pequeña -casi raquítica- tenía el pelo largo que le cubría la cara. Subía por mi cuerpo, notaba como el colchón se hundía a mis costados por donde pisaba este ser. No podía moverme, aún sentía presión en mis extremidades, la angustia y el terror me tomaron por completo, el corazón se aceleró. Continuaba subiendo, estaba por mi pecho. Escuchaba mi propia respiración, entrecortada, luchaba por tomar aire. Hasta que su rostro quedo a centímetros del mio, tenia ojos grandes negros y profundos, pero lo que más llamó mi atención fue la sonrisa -ocupaba casi por completo su cara- estaba despojada de emoción, era macabra, intimidante. 

Posó su dedo índice en mi entrecejo y una de sus manos en mis genitales, no percibí que hacía, pero no era nada bueno. Intentaba resistirme pero era imposible. Comencé a sentirme algo débil. Quería gritar, escapar. 

Ya me encontraba cansado de luchar, entendí que no había nada por hacer, estaba a su merced, no podía defenderme de ninguna manera, ella podía hacer conmigo lo quisiera. Ahí, cuando mis barreras bajaron por completo, se incorporó y se retiró por debajo de la cama. Poco a poco recuperé la movilidad, encendí la luz y revisé la habitación, nada, debajo de la cama, nada, de nuevo estaba solo. ¿Estaría perdiendo la cordura? Estaba seguro de que no había sido un simple sueño. Mire la hora las 02:57 am.

Esto no podía volver a sucederme, me levanté de la cama, fui a la cocina a preparar un café, bastante café, debía mantenerme despierto toda la noche. Tomé la jarra de la cafetera, fui hacia la canilla y cuando abrí, vi por primera vez mi muñeca, tenía una marca, un hematoma muy reciente. Solté la jarra de golpe y extendí ambas manos, las dos estaban lastimadas. Corrí hacia el baño, me mire en el espejo de cuerpo completo, lo primero que note fueron unas ojeras que ilustraban la peor noche de mi vida. Los tobillos también estaban lastimados, pero lo que más me impresionó fue mi pubis, estaba enrojecido, justo en el lugar donde había posado su mano. 

Nunca supe que sucedió esa noche, de lo que estoy seguro es que, no fue un sueño.

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