El rostro de la Amapola

          El rostro de la Amapola
              Aldebran J. Graciel.

El precipitado universo impedía robarle tiempo, un instante, para admirar aquella desamparada flor de un olvidado jardín, o al abeja que se embriagó en el interior con sus fermentadas mieles.

Agónico, caminaba con sus pútridos pensamientos infestados de indescifrable bruma, acrecidos por las funestas interpelaciones de algún eco diletante.

Era solo el recuerdo de sus ojos señalando el rumbo. Magnetizado a su mirar, se adentró más allá de la sombra densa de su reminiscencia, tan solo para conocer… quién era ella.

Del seco palpitar de su corazón, emergía la sangre venenosa de sus negras letras, abotonadas en el interior de su trisilábico nombre; contrastante con el intenso escarlata de sus finos pétalos.

Ante la inminente transición del crepúsculo, se detuvo frente a cada línea escrita, para imaginarse cómo se sentiría ser ese… al que había dedicado tiempo y espacio en lo insondable de su agitado pensamiento.

Le miró de frente, cerca; a pesar del aposemático carmín de sus labios, le besó.

Su imagen sería lo último, después… hundirse en el vorágine de sus cordiformes labios, deslizándose por su piel: como potasio en agua; efervesciendo hasta convertirse en una llamarada candente y fugaz… como su efímera presencia.