El Mono que te Acompaña
Desde 2015 hasta 2022, mis recaídas en el consumo de cannabis han sido un colchón que me ha impedido caer nuevamente en la heroína. Sin embargo, la tentación siempre está presente. Si hubiera tenido acceso a la heroína durante esos momentos de debilidad, habría vuelto a consumirla sin dudarlo.
Como drogadicto, nunca puedo bajar la guardia.
Mi terapeuta, Don Samuel Andújar Núñez, se preocupaba profundamente por las redes de apoyo. Sabía que las redes sociales, familiares y terapéuticas eran cruciales para evitar que recayéramos en el pozo. Nos preparó para la guerra que enfrentaríamos después de la excarcelación.
Las situaciones de estrés, los debates y la mala atención recibida crearon un clima tóxico que avivó mis ganas de consumo. Soy dual, enfermo tanto como drogadicto como persona con problemas de salud mental. Las redes de apoyo son esenciales; no podemos luchar solos. Necesitamos confianza, estabilidad y orientación para llenar los vacíos en nuestras vidas. Don Samuel me enseñó a vivir como un militar, refiriéndose a mis compañeros como heridos en un campo de batalla, para animarme a levantarme y ayudar a los demás.
Sentado en el banco de la cárcel, compartía sus preocupaciones y consejos, los cuales me ayudaron a luchar contra la adicción y a intentar ayudar a mis compañeros como si de heridos de un campo de batalla se tratara.
Don Samuel Andújar Núñez dijo:
«La gran mayoría de reclusos son víctimas de una gran guerra social invisible». Me costó entenderle, pero hoy, su voz sigue viva en mis recuerdos y pensamientos. Aun sintiéndome derrotado tras mi vida en libertad, su voz es la que me ayuda a levantarme como un militar valiente que se levanta para ayudar a los heridos de una guerra. Me separo de mí y me veo desde fuera como un herido en un campo de batalla, y desde dentro veo a un militar que me ayuda a levantarme.
La Vida Excluida en España
No busco quedar por encima de nadie. Mi lucha diaria contra la angustia es constante y desgarradora. La medicación nocturna y las tareas cotidianas me ayudan a mantenerla a raya, pero las tardes son mi punto débil. Por favor, si queréis contactarme, hacedlo por WhatsApp solo al final del día, cuando he terminado mis actividades y me siento más tranquilo.
La soledad es mi compañera inseparable. No tengo a nadie con quien hablar o desahogarme, lo que me lleva a un derroche verbal y escrito interminable. Necesito apoyo, un lugar donde pueda canalizar mi energía de manera positiva y frenar el agotamiento emocional.
No quiero molestar a nadie, pero necesito estabilizarme. Expresar mi malestar es un ciclo sin fin y tragármelo también me hace daño. La angustia me acecha al final de cada palabra.
El proyecto de vida excluida en España podría ser mi salvación. Si encuentro el apoyo que tanto necesito, quizás pueda poner orden en mi vida. Estoy destrozado por dentro, pero aún tengo esperanza de encontrar un camino hacia la luz.
Mi Descenso al Abismo: La Vida Excluida en España
La angustia me sigue como una sombra. No puedo librarme de los cuadros de angustia que me atormentan. Las mañanas, con la luz del día filtrándose por las ventanas, me brindan un poco de alivio. Pero las tardes son mi tormento. La tensión y el estrés del entorno me mantienen en shock desde mayo de 2022.
Prefiero encontrarnos en un lugar tranquilo por la mañana, lejos del bullicio del mercadillo de los miércoles. El Chi Kung me ayuda a mantenerme funcional, pero necesito esforzarme para estar más activo por las tardes. Organizo mi día a día para mantener la estabilidad y no interrumpir vuestros planes.
No busco quedar por encima de nadie, pero necesito encontrar una salida para mi angustia. La medicación nocturna y las tareas diarias me ayudan a mantener a raya los demonios internos. Pero a veces, ni siquiera eso es suficiente. La noche llega, tomo mi medicación y me sumerjo en el sueño, esperando que el nuevo día traiga algo de alivio.
Quizás mantener el contacto no físico sea la mejor opción. Por WhatsApp, a última hora de la tarde, cuando ya he terminado mis actividades. No quiero prolongar mi malestar ni nuestra conversación. La angustia me acecha al final de cada palabra, y necesito encontrar un punto de apoyo en este mundo excluido.
Estos sucesos me llevan al límite, pero sigo buscando una salida.
Luchando en Soledad a Través del Chi Kung
El martes 26 de septiembre de 2023, mi vida se entrelazó con el programa de vidas excluidas en mi localidad. En un estado descompensado, busqué estabilidad a través del Chi Kung Shibashi, una variante ampliamente practicada en todo el mundo. Los dieciocho movimientos me llevaron a un lugar de calma, aunque mi estómago rugía por no haber desayunado.
En una panadería cercana, compré empanadillas de tomate y un zumo de piña. La plaza del ayuntamiento me recibió con tranquilidad. Entre bocados y sorbos, me relajé, saboreando la paz que flotaba en el aire. Decidí coronar mi almuerzo con un café, justo frente a la entrada principal del ayuntamiento.
Allí coincidí con una terapeuta del programa. Como un gesto amable, la invité a un café con leche mientras compartíamos charla y cigarrillos. Intenté mantener el hilo de la conversación, aunque mi mente a menudo se desviaba hacia los pensamientos intrusivos que me acosaban.
Cuando propuse cambiar de lugar, la terapeuta aceptó. Subimos las escaleras hacia la plaza, y allí, bajo la dulce luz del sol, encontré un banco. Quería seguir charlando allí, pero ella prefirió otro sitio. Así que ascendimos hasta el castillo, mis pensamientos intrusivos luchando en silencio mientras mis pies subían los escalones.
En resumen, aquel día, el Chi Kung y la compañía inesperada me brindaron un respiro. Pero la lucha interna persistía, como un sol abrasador en un banco de plaza.
Mi amigo asentía, sus ojos reflejando comprensión. Él también había caminado por caminos difíciles y había cargado con sus propias heridas. Juntos compartíamos el peso de nuestras experiencias, como dos náufragos en un mar de recuerdos.
Pero a veces, incluso en compañía, el malestar interno y externo amenazaba con desbordarse. Las palabras se acumulaban en mi garganta, un torrente de emociones que luchaba por salir. ¿Dónde encontrar el apoyo para liberarlas? ¿En qué silencio podía ahogar mis palabras sin ahogarme a mí mismo?
Quizás en esa caminata, entre los árboles y los suspiros del viento, esperaba encontrar la sanación mental. O tal vez solo era otro viaje, otro capítulo en mi historia de heridas y esperanzas. Seguíamos caminando, compartiendo historias de vida.
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