Ahí está, la triste soledad, envolviéndote en un manto de nubes grises, sin oportunidad a poder abandonar los colores de la compañía. La melancolía se asoma por la ventana del alma, pero entonces hay un susurro del cielo que despierta la curiosidad de tener esperanza. El vacío comienza a llenarse, la soledad ya no asusta , ahora gusta. Ya se puede degustar el silencio, y en el silbo apacible todo enmudece, menos la voz de Dios. Ahora aquel que llena todo en todos muestra el plan de vida que te hace pionero de resiliencia, ahora lo roto es sumergido en el arte de su presencia, como si el alma fuera la base material para un kintsugi. Ahora se siente bien la buena compañera soledad, porque en ella te puedes sentir amado. El dolor es curado, la soledad es transformada, las penas se apaciguan y los recuerdos tristes van quedando en una amnesia irreversible. Todo lo gris del aislamiento empieza a teñirse de colores, ya no es una condición, ahora es una decisión, ya la necesidad de compañía no toca a la puerta con gemidos indecibles. Ahora elegir es una opción y permanecer en el silencio es la condición del disfrute pleno del diálogo entre el alma y la paz. Bendita soledad, no la sueltes hasta que alguien sea capaz de proporcionar el mismo de nivel de autoconfianza que genera tu ser. Gracias a su gracia, a la shekinah del Altísimo, en medio de la soledad me siento amado y tu también lo puedes experimentar.
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