Ella esperaba en la cama,
su cuerpo gemía y la mente se perdía
en el tiempo de soltarle
para que se fuera sin decir adiós,
sin haber encontrado la experiencia
de en el sexo protegerse el corazón.

Tantas espaldas en la puerta
como olas en el mar,
dejando el mismo sentir
pero ninguna igual.

Escondida en su cabeza se olvidó
del mundo a su alrededor.

Él sonrió, contó sus lunares
y le preguntó sobre su lado favorito
a la hora de dormir,
sus ojos olvidaban que la desnudez existe,
la desvestían buscando eso
que llaman invisible, confiado
de encontrar la manera
de dibujarle una sonrisa en el alma.

Al final las mariposas en el estómago
se sintieron mejor que los orgasmos
y la abrazó.

Ella, frente a un mundo desconocido
cerró los ojos en incomprensión,
al abrirlos solo vio un monstruo,
le tuvo miedo al amor…
y se marchó.

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