Leonardo no es mala persona, tan solo se trata de un hombre rudo que tuvo la mala fortuna de enfrentar tristes desavenencias a lo largo de su vida. A los cuatro años su padre le abandonó y a los seis la madre le dejó en el orfanato, diciendo que no podía cuidar de él y que el mejor camino para el crío era ser educado por las monjas y alimentado por las limosnas del estado. Pésima elección, pero que más podía hacer una perra que no nació para ser madre y un perro que nació para engendrar y olvidar. Este tipo de animales no merecen el título de padres, merecen el título de cualquier otra cosa.
La vida en un orfanato, no es vida, tan solo la muerte suspendida. Fue la muerte, las golpizas de los bravucones, las peleas por la comida, los vicios de las monjas y los curas, la abominaciones de los donantes ricos y por si fuera poco; el acto de crecer y no ser de ningún lugar, simplemente ser nada. Eso aprendió Leonardo.
Con seis años, la vida para un niño es lo que la realidad le traiga y para Leonardo la realidad le trajo: abandonó, llanto, hambre, enfermedad, abuso y el siempre pensamiento de no entender el sentido de la vida, si esta solo causaba sufrimiento y dolor. Sin embargo la acción siembra y el tiempo cosecha y las acciones sembradas en Leonardo no fueron sanas, no fueron éticas y no fueron morales, fueron todo lo que un niño necesita para cuando hombre adulto convertirse en un villano, pero Leonardo fue y es inteligente, supo separar los pequeños actos de bondad de la marea de maldades. A esos pequeños actos los atesoró como joyas preciosas y de los otros actos aprendió el arte de la defensa, el arte de ser por encima del mismo malvado y ser un verdadero villano con quién intenta ser villano.
En esencia Leonardo no es malo. Se trata de un hombre que aprendió a amar en medio de la inseguridad y para él no hay mejor regalo que la lealtad y la lealtad es su único amor, por esa razón cuando Ivana Ivanova jugó al amor con él y después se llevó el dinero de la caja fuerte para huir con su amante a Leonardo no le importó el dinero perdido, le importó la traición, le dolió la infidelidad, eso es lo que le dolió y por eso hizo lo que hizo.
Ahora tú, no sé que consejo darte, ni como apoyarte en esta encrucijada. Leonardo te quiere, ofrece lo mejor para ti y los tuyos, pero a cambio exige tu entrega, devoción y lealtad. Exige que te mantengas firme en el acto de abandonar todo lo conocido y hacer de aquel hombre tu motivo de existencia. Sé que podrás hacerlo, sé que quieres a Leonardo, pero no sé hasta cuándo puedes aguantar los actos que a simple vista no son faciles de interpretar. Si lo ves paseando con otras mujeres, no caigas en la depravación de los celos, él no las quiere, tan solo cumple el protocolo. Si está ocupado y no puede hablar contigo, no creas que te olvidó, él está trabajando para forjar lo que te mereces. Si viaja mucho y no te lleva con él, no lo consideres un acto de abandono, comprende que hay lugares y gentes que tú no debes conocer por tu seguridad. Si Leonardo está frío y distante contigo, no dudes de su amor, él te adora como el planeta al sol, pero debe concentrase para dar siempre un paso asegurado, un paso que preserve tu vida junto a la suya.
Leonardo no es un hombre malo, solo está enamorado y muy enamorado de ti.
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No, Leonardo no es un hombre malo. Es un niño grande, un niño temeroso de ser olvidado en un rincón de este mundo. De este espacio que es un gran orfanato del amor. Un orfanato lleno de sufrimientos.
No es un hombre, es un niño jugando a ser hombre. Su vida se quedó suspendida a los seis años y no hubo nadie que lo dejara salir de ese caparazón. Él ama como aman los niños pequeños, con ira, apego, celos y caprichos. Él ama como la tormenta ama las costas, con fuerza, dominio y bravura. Yo soy su juguete escogido y me pide devoción, como aquel niño que pide atención a la madre. Yo soy su juguete de entre tantos juguetes, la diferencia es que soy su juguete preferido, pero no el único y eso es lamentable porque yo si soy una mala mujer.
Yo si soy una mala mujer. Amo como aman los cisnes; una vez y después la muerte. Mala, lo quiero todo, no comparto lo que amo con nadie. No olvido la ofensa de aquel que dice amarme, pero que en el camino duda de su amor. Mala, puede ser el diablo o Dios, la lealtad de mi hombre viene solo conmigo. Mala, no comparto, no olvido y una vez querido aquello debe ser solo mío. Y no, no fui criada en un orfanato, la vida no me ha dado grandes lecciones de dolor y sufrimiento, pero yo en el amor soy mala; no suelto, no libero y jamás dejaría escapar aquello que me ha jurado amor eterno, jamás con vida, porque la eternidad solo conoce de cadáveres.
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Leonardo escuchaba la charla desde el pasillo, sonreía y sabía que en este juego, él no era el cazador, él es y será siempre la presa.
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