Son las 10:09 un sábado de diciembre en 2024. Hoy, hace 10 minutos tendría que haber estado presente a cuatro cuadras de mi casa, en un cumpleaños de una compañera de laburo. No me bañé. No me gusta como huelo, y todavía no sé que ponerme para verme bien.
En verano mis pies transpiran demasiado. Las dos zapatillas que uso para salir desprenden un olor horrible y ya no sé con que calmarlo. Intento despegarme de todo y darme un tiempo para mí. Soy irónico, incongruente, irracional. No existe el tiempo para mí en mi semana. Desde el jueves pasado que tengo la semana siguiente totalmente ocupada, llena de planes. Los tiempos que tengo para ducharme son cronometrados y mis horas de sueño calculadas en base a la eficiencia que necesito para hacer lo que hago cada día. Sin embargo, mi sueño es lo primero que sacrifico.
No encuentro valor en el tiempo para mí. Tal vez no estoy cómodo con como soy. Con cómo me veo. Tal vez es algo que les pasa a todos. Pero saber eso no me calma, de la misma manera que no me calma saber que todos vamos a morir. Compartir un destino no hace que me sea más fácil olvidar el final de mi vida cada vez que me acuesto a intentar dormir. Por eso tardo dos horas en conciliar el sueño. En parte también porque no me despego de las pantallas, porque ceno o me ducho tarde, o porque no puedo pasar una sola noche sin pensar en mi ex-pareja antes de irme a dormir, pensamientos que me producen nauseas y ansiedad.
No me gusta hablar de mí, digo mientras escribo una página entera sobre mis pensamientos. Tengo la certeza y seguridad y confianza de creer realmente que soy una persona sumamente interesante. Que mis motivaciones, mis sueños, mis deseos y mis creencias son realmente únicos, y que sería un desperdicio que todas estas ideas no lleguen al mundo. A la totalidad del mundo.
Me encantaría escribir más. Me encantaría escribir sobre otra persona. Me encantaría completar cuentos y publicarlos en algún lado.
¿Qué significa completar un cuento? Si lo leo no me gusta. Todo lo escribo de una pasada, no me atrevo a leerlo y criticar. No me atrevo tampoco a que otro lo critique. Y así, mis ideas mueren en el olvido. se queda en un papel y una tinta digital, eterna, falsa.
Ojalá mis ideas no mueran. Y si lo hacen, que sean las más pobres. No inútiles, porque inútil no hay nada.
No me gusta hablar de mí, pero tal vez encuentre el coraje para hacerlo sin que me guste.
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