Existe en los seres humanos una sed insaciable de individualidad proveniente de nuestro ego. A pesar del deseo de pertenencia que (la mayoría) acarreamos en nuestros corazones, habita en contraposición aquella inexplicable necesidad de diferenciarnos. Cada quien debe ser reconocido, así sea por sí mismo, como único e irrepetible. Y cada quien, por supuesto, está en lo cierto al hacerlo. A pesar de las modas y el imaginario colectivo, no existen dos personas iguales en este planeta. Pero entonces, ¿qué significa realmente ser rebelde?
Solemos pensar en el rebelde como aquel que va en contra de la norma. Que se opone a lo que la sociedad ha establecido como aceptable. Pero lo cierto es que esto es absolutamente subjetivo. Los gobiernos cambian tan seguido como las modas. Y en un mundo tan acelerado como el nuestro, encontrar algo verdaderamente establecido es poco probable. La cultura es cambiante por naturaleza. Además, ¿qué tan rebelde se puede ser en realidad en medio de la globalización? Siempre encontraremos en algún lugar, físico o virtual, personas que se oponen a lo mismo que nosotros.
Es común que los izquierdosos vean el sistema como de derecha, y que los de derecha lo vean como de izquierda. Los medios, el sistema educativo, las instituciones gubernamentales y demás, están siempre en contra de lo que yo, como individuo, quiero. Somos siempre la oposición. Sea lo que sea. Y es que, claro, no solo es más llamativo ser parte de la oposición, sino que también es más fácil. Qué rico que es quejarse y no esperar nada de nadie.
Por otro lado, en el tiempo de las redes sociales y la conexión, este tipo de rebeldía que imaginamos es prácticamente imposible de alcanzar. ¿Qué tan rebelde puede ser alguien que utiliza instagram o tik tok, que conoce las modas y el lenguaje popular, que escucha la misma música y ve los mismos programas que otros millones de personas? No mucho, sin duda.
Mi opinión es que la auténtica rebeldía es simplemente la capacidad de pensar de manera individual con respecto a cada tópico, y actuar acorde a aquello que se concluya. Y aunque parezca fácil, me entristece decir que solo conozco un par de personas así. Piensen ustedes si poseen esta capacidad. Si no pueden ser encasillados fácilmente. La triste realidad es que con la gran mayoría de personas, basta con conocer una sola de sus opiniones para adivinar todas las demás. Esto se debe a que nosotros mismos nos encerramos, por esa necesidad de pertenecer mencionada con anterioridad, y nos denominamos a nosotros, y a quienes piensen parecido, como rebeldes. Absurdo.
El rebelde es aquel pensador independiente que lucha día a día contra su propia hipocresía. Que puede ser de izquierda y alentar el exterminio de las guerrillas. Fumar bareta y estar en contra del aborto. Ser ateo y apoyar el porte de armas. Así sus justificaciones sean o no acertadas. La única condición es que deben ser justificables para él. Puede consumir y escupir el arte y la filosofía que sea, pero entendiendo siempre por qué lo hace. No le debe nada a nadie, excepto a sí mismo. Es, en resumidas cuentas, el individuo que reconoce a los demás, pero nunca se reconoce en ellos, sea como sea, porque entiende que, a fin de cuentas, la comunidad no existe, y la verdad sí, pero únicamente en él.
– M
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