No es la muerte de mi madre.Es el recuerdo de aquella luna roja brillando en el océano.La veíamos por la ventana, ineludible y enorme.Yo dormía arriba en el entre piso de madera, con mi hijo. Se despertaba, miraba hacia fuera y decía: – ahí está la playa – sonreía con su boca roja grande sus ojos increíblemente azules, y salía disparado. Recuerdo el miedo a que corriera hacia el océano y se perdiera en él, esa idea espantosa.
Mi hija dormía con mi hermana en el piso de abajo, donde las ventanas no podían abrirse, porque la mitad de ellas estaba tapada por la arena. Encendíamos velas por la noche y la mirábamos como si ella pudiera vernos, como si nos llamara. Oíamos los sonidos del océano.
La tristeza aparece ahora, en el recuerdo.
Aquella luna. El Cabo Polonio,su sola mención. El rugido de los lobos.
¿Por qué nos fuimos de ahí?
¿Cuál es la verdadera conexión entre la luna, mi madre, y la tierra en que nací?
¿Qué es extrañar?
Mi hijo manipula en su trabajo una sustancia tóxica. Le han explicado el peligro que ella guarda, pero eso no me tranquiliza para nada, ya que el problema no es la ignorancia, sino la tentación, ese llamadocomo la luna y el océano. Yo no puedo hacer nada, porque estoy a doce mil kilómetros de distancia. Si estuviera en Montevideo, tampoco podría hacer nada. No debo adjudicar la poca incidencia que tengo sobre la vida de mi hijo al hecho de que me encuentro a doce mil kilómetros de distancia. Es una asociación que me proporciona una tranquilidad, como asociar el llanto que me provoca el recuerdo de aquella luna con la muerte de mi madre. Pero no es mi madre, sino la luna.
¿Cuál es la conexión?
¿Qué es extrañar?
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