Y la voz me susurró y me dijo
Que aquellos que en mi nombre hablan de mi fe que con buenos ropajes visten, y con avaricia y abundancia se alimentan
serán aquellos, los primeros que entren en el valle de las tinieblas que olvidados vagarán por la eternidad malolientes y sedientos,
pues sin alimentos y sin ropajes vagarán por el infierno.
Pues toda aquella persona que con riquezas vive que haya nombrado mi nombre será castigada por la eternidad.
Que los primeros en ser castigados serán aquellos que con cruces y sotanas pronuncian mi nombre.
Y a los fieles que escuchan ciegamente las palabras de aquellos que con cruces y sotanas pronuncian mi nombre recibirán el mismo castigo, pues la gran mayoría pecan, me traicionan y deshonran pronunciando en vano palabras de meros traidores que con riquezas y abundancia llenan sus panzas mientras los pobres y enfermos pasan fatigas.
Que todo aquel y aquella que este año porte cualquier imagen en reverencia a mi fe y mi palabra, que ignoren al pobre y al enfermo entrarán directamente sin juicio al foso del infierno.
Y entonces, el velo de la hipocresía será rasgado, revelando la verdadera naturaleza de aquellos que enmascaran su codicia y egoísmo con la piedad. Las almas inocentes que fueron engañadas por sus falsos profetas, encontrarán justicia. Las lágrimas derramadas por los hambrientos y desamparados serán redimidas, y los justos serán elevados a la luz eterna mientras los impostores arderán en las llamas de su propia iniquidad.
La voz siguió, advirtiendo a los que aún tienen la oportunidad de redimirse, que busquen la verdad y la compasión genuina. Que renuncien a las vanidades del mundo y vivan en humildad y servicio. Solo así, podrán evitar el oscuro destino que les espera a aquellos que, con corazones endurecidos, ignoran el sufrimiento de sus hermanos y hermanas.
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