¿Por qué te creíste como de mi familia?
¿Por qué me ofreciste confianza?
¿Por qué mostraste interés por mis asuntos y malestares?
¿Por qué intentaste aconsejarme, guiarme?
¿Por qué creíste que te necesitaba?
¡Nunca estuviste más equivocado!
Nunca fuiste mi familia, nunca confiaste en mi, nunca mostraste un interés puro, nunca tus consejos fueron tan falsos; deja de guiar a otros, si no eres capaz siquiera, de ver tu propio camino; deja de aprovecharte del dolor de las personas.
Cuando te descubrí, quise salir corriendo, huir, y sin embargo, me quede, me volví a colocar la armadura, otra vez, esa armadura oxidada de tanto uso, esa armadura con la que me protejo de todo, con la que me protejo de todos; esa armadura que se ha convertido en mi compañera inevitable.
¿Por qué me cuesta tanto decir lo que siento?
Me cuesta decir que me han decepcionado, que me he sentido traicionada, utilizada, manipulada; me cuesta decir que me han hecho daño, que me han provocado un dolor más fuerte que el de una puñalada directa al corazón; y sin embargo, me callo y me quedo disimulando, sonriendo con una mueca falsa y el corazón destrozado, cuando lo que realmente quiero es gritar, llorar y salir huyendo, dejando atras tanta traicion e hipocresia, y mi mayor preocupación es que me lo vayan a notar en la mirada.
¡Qué pena de mi!
Me equivoqué pensando que sentías mi dolor, que me mirabas de frente, que te preocupabas por mi de verdad; pero mi confianza, mi esperanza y mi fe en ti se han vuelto a convertir en piedra, porque ya no se como seguir haciendo de tripas corazón, y se me van quedando frases dentro escondidas que se van pudriendo; siempre tengo yo que romper mis normas; y es cierto que no se lo que tu estas viviendo, que no llevé tus zapatos, pero siento que tu tampoco has intentado probarte los míos.
¡¿Por qué?!
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