Permafrost
1.
Iván estaba llegando a su destino, el inicio del camino de la montaña pico de la sombra. Una de las múltiples montañas inaccesibles de los andes colombianos. Cerca al nevado del Ruiz
– Que frio está haciendo- dijo el joven científico.
– Eso no es nada mijito, el frio de verdad es a altas horas de la noche. El frio será el menor de sus problemas. – Aseguro don horacio, quien era el conductor del viejo pero eficiente todoterreno Willis, que no tenía ninguna dificultad en subir el escarpado camino.
A Iván le recorrió un breve escalofrío por todo su cuerpo, imperceptible para el viejo campesino, pero intrigante para él. No acostumbraba a exaltarse por una afirmación así.
Sin darle importancia a supersticiones locales, calmo sus pulsaciones escuchando la música de la radio del vehículo.Se relajo y sin darse cuenta, llego a su destino.
2.
– Adiós don horacio, le agradezco haberme traído hasta aquí- dijo Iván en tono educado.
A la orden mijito, cuídese mucho, y procuren no subir a altas horas de la noche.
Iván preso de una curiosidad avasallante preguntó – ¿porque dice eso don horacio? –
– Aquí pasan cosas… extrañas, se lo digo yo que llevo toda la vida surcando estas montañas. Solo tenga cuidado mijito. – aseguro el anciano como sugerencia.
Hubo un silencio algo incomodo por unos instantes, hasta que llegó Alexis, el amigo y compañero de Iván diciendo: – ¡Hola ivancho!, que tal te fue en el camino, ¿mucho movimiento? –
Eh si claro, como siempre en estas zonas, no pudo haber sido más movido amigo. – Aseguró Iván volviendo a la realidad. –
Me alegra oírlo. Ven y te instalas, según los planes podremos subir hoy sin mayores contratiempos. – dijo Alexis invitándolo a seguirlo.
– Ya te alcanzo. – dijo antes de acomodar su equipaje.
En ese momento vio cómo se alejaba en el todoterreno, don horacio. Y antes de perderse en el camino se despidió con el brazo de forma vistosa.
– ¿Que habrá querido decir este señor? – pensó Iván respondiendo al saludo.
3.
Olvidando brevemente lo misterioso del viejo campesino, Iván siguió su camino.
Al llegar a su destino, Alexis lo recibe para actualizarlo de la situación.
– Al fin llegaste, ¿dónde estabas metido? – preguntó – ya es momento de que te explique el informe del equipo de reconocimiento. No son buenas noticias-.
Iván lo miro perplejo, preguntándose internamente, que es lo que desconcertaba a su compañero.
– ¿a qué te refieres? – Preguntó
– Las condiciones meteorológicas no son favorables, al parecer tendremos más neblina de lo normal en la zona base de la montaña, y aunque logremos cruzarla, el frío crepuscular nos iría frenando poco a poco, de manera tan imperceptible que cuando lo sintamos, estaremos congelados como piedras.
La actitud de Alexis era de una persona que había visto un fantasma.
Iván lo miro y dijo: – no debería ser un inconveniente, creo que aun tenemos unas cuantas horas de sol, antes de que la penumbra nos atrape.
– ¿Qué hora es? – Preguntó.
– Son las 3 y media de la tarde –
– Parece que tenemos una ligera ventaja. Deberíamos aprovecharla. Puede que no tengamos mas oportunidades de subir- respondió Iván.
Alexis pensó inmediatamente en como habían tenido que esforzarse, y lo que tuvieron que sacrificar. Las burlas que sufrieron, los costos que padecieron.
Los recuerdos taladraban su mente, como un pájaro carpintero a un árbol. Poco a poco pero cada vez más profundo.
– Habrá que intentarlo, tenemos lo necesario para posibles contratiempos- dijo Alexis en tono seguro y decidido.
– De por si esta montaña es un desafío, nos hemos preparado para esto Alex, debemos subir- replico Iván.
4.
“Cuatro y treinta, martes 13 de agosto. Hemos subido unos cuantos metros, el clima se vuelve cada vez más inhóspito, no sé cuánto más tardaremos en llegar al punto de campamento” bitácora de expedición, Iván Suarez.
¿Cuánto tiempo llevamos subiendo? – pregunto Alexis.
Por lo menos una hora, el terreno es bastante escarpado. – respondió Iván.
El clima se volvía cada vez más cadavérico. la noche cual felino asechando, esperaba pacientemente para abalanzarse sobre su presa. La paciencia es una virtud de la naturaleza.
Deberíamos parar Iván, el frio se vuelve cada vez mas intenso.
La afirmación de su compañero hizo que Iván entrara en razón, dejando de lado su deseo aventurero.
Acamparemos aquí. Desempaquen los suministros. – aseguró
Los compañeros de viaje se alegraron y empezaron a acomodar el campamento. Había geólogos, meteorólogos, arqueólogos, profesiones que permitían un viaje cómodo y efectivo.
Tengo un mal presentimiento. – Pensó Alexis
Llegada el alba, ya establecido el campamento, Iván y Alexis se reunieron en su tienda de campaña a debatir el paso a seguir.
-tenemos que decidir, Iván. El clima cada vez es peor y para completar nuestro equipo de meteorólogos me han dejado desconcertado.
A Iván se le hizo un nudo en la garganta, propio de un tema que sobrepasaba todo su conocimiento y su temple como científico no creyente en supersticiones.
-De que me estás hablando Alexis? – preguntó
-Hablo de que no saben que es lo que pasa, ni con los equipos que traen son capaces de determinar el grado de la niebla y su anormal espesor…
La respuesta asusto levemente a Iván, cosa que era casi imposible.
Antes de responder a su compañero, entró a la tienda el jefe de meteorólogos.
– ¿Como están señores?, necesitamos hablar. – dijo el hombre al entrar.
Antes de que iniciara la conversación, se escuchó un grito desgarrador, propio de una película de terror.
¿Que fue eso? – pregunto Iván.
La mirada de Alexis y el jefe de meteorólogos se cruzó. Ambos denotaban una expresión de miedo creciente.
Salieron todos corriendo, hacia el exterior. La oscuridad del lugar era tal que ni la luna alumbraba una mínima luz.
¿Qué pasa aquí? ¿Porque no tenemos luz? – preguntó Alexis.
No tengo ni idea, pero debemos reestablecer la energía, sino nos congelaremos esta noche. – respondió Iván.
5.
El grupo de tres hombres se quedo helado un instante. El frio del ambiente era cadavérico, entumeciendos hasta los huesos.
Llegando al lugar de los generadores encontraron un rastro de sangre que los dejo petrificados.
– ¿Qué paso aquí? ¿De quién es esta sangre? – preguntó Alexis al ver un desastre aberrante
– Espero estar equivocado, pero debe ser de Martínez. El es el encargado de los equipos. – dijo el jefe de meteorología
– ¿Quién pudo haber hecho algo así? – dudo Iván.
No quien…que. – expresó Alexis.
Los tres hombres se miraron fijamente.
6.
Iván, Alexis y el jefe de meteorología corrían a toda prisa de vuelta al campamento, jadeando entre el frío cortante. El rugido, ese sonido inhumano que parecía provenir de las entrañas de la montaña, no dejaba de resonar en sus oídos, como si algo los estuviera cazando.
—¡No podemos seguir así! ¡Tenemos que detenernos! —gritó Alexis, mirando hacia atrás con los ojos desorbitados.
—¡No! ¡Sigue corriendo! —le respondió Iván, su corazón martilleando en el pecho—. ¡No podemos parar ahora!
Al llegar al campamento, lo que vieron los dejó helados. Las tiendas estaban destrozadas, como si un torbellino las hubiera arrancado del suelo. La nieve estaba manchada con objetos esparcidos, pero no había señales de vida. Solo quedaban huellas, que poco a poco se desvanecían en la tormenta.
—¿Dónde… dónde están todos? —preguntó el jefe de meteorología, su voz temblorosa, al borde del pánico.
Iván no respondió. Solo miraba las huellas desaparecer, como si la nieve misma las estuviera tragando.
—Esto no tiene sentido… —susurró Alexis, retrocediendo lentamente—. No puede ser. No… no puede ser…
El suelo comenzó a temblar bajo sus pies, un crujido profundo que provenía de las entrañas de la montaña. El viento se volvió más frío, helando cada respiración, como si estuviera arrancando el calor de sus cuerpos.
—¡La montaña! —exclamó el jefe de meteorología, incapaz de contener el terror—. ¡Es la maldita montaña! ¡Nos quiere!
Iván lo miró, con los ojos desorbitados, pero antes de poder decir algo, sintió cómo la oscuridad a su alrededor comenzaba a cerrar su alcance. Una negrura densa, que no era simplemente la noche, sino algo más, algo que parecía tener vida propia.
—No… no puede ser… —fue lo último que murmuró Iván, antes de que todo se volviera silencio.
El frío, más allá de lo humano, los envolvió como una manta mortal. Y en ese instante, sin que pudieran hacer nada, la montaña los reclamó.
7.
Horacio había llegado al centro policial mas cercano. Preso de una impaciencia irritable.
Tenía que comparecer a una entrevista, por la desaparición en la montaña.
—Les advertí que no subieran de noche —dice don Horacio, mirando fijamente al oficial de policía—. La montaña siempre cobra su precio. No los verán más… al menos, no como antes.
El oficial se queda en silencio, inquieto.
—¿Qué quiere decir con «no como antes»? —pregunta finalmente.
Don Horacio sonríe levemente, una mueca sombría que hiela la sangre.
—Los verán, sí… cuando la montaña tenga hambre otra vez.
El oficial traga saliva, sintiendo un frío inexplicable recorrer la sala mientras la neblina afuera comienza a oscurecer el horizonte.
Escrito Por Cesar Gomez Omaña
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