Y me miró. Ya suponía que eras tú, pero esa noche sentí que me mirabas por primera vez, y por más que la empapelaba
o me mostraba huidiza de tu querer, yo seguía sintiendo sobre mi cuerpo, a mis espaldas su aguda y fúnebre mirada. Entonces comprendí que no eras tu quien me observaba sino que era yo quien por primera vez podía reconocer la añadidura
detrás del ilusorio tragaluz que ataríamos a nuestro amor.
Después de unos minutos o quizás horas de que mi cuerpo se convirtiera en hielo y mis sabanas en un rio, le vi ahí, como había estado todas las noches, parado junto a mi ventana, mirándome atentamente, con los parpados cenizosos como el pedregal apunto de encenderse, fue entonces que recordé lo que me dijiste la primera noche que completamos juntos: “ Esta noche no vamos a dormir” y tuviste razón, ya no pude callar mi oscura excitación de saber que estabas observándome mientras que yo me revolcaba en mi aposento cumpliendo mi deseo efímero de traicionarte. Pero no siempre fue así, las primeras veladas que te sentí, todo era tan claro y lleno de sentimientos, tu rostro y cuerpo blancos como el espumarajo del mar o como el plenilunio que sonríe brillante junto a las estrellas. Pues la noche negra de tu cabellera y el día incandescente de tu dentellada, pura más pura que el divino cielo, conmovían mi ser y me incitaban a adorarte.
Mas noches y noches de no poder encontrar el repúgnate cobijo de la penumbra ante tu cada vez más brillante anhelo quejicoso, me obligaron a dejarte, pero sin que lo supieras, obviamente. Y así empezaron las noches donde te asomabas a mi ventanal y yo siento mis ojos a llorar pues era tu amor el único digno de mi tristeza más se volvió fulgor al enrojecer indecente de mis fantasías. Y heme aquí cada noche atormentado por tu figura, a veces intento hablarte y me atrevo a decirte:
- Acércate
- Déjame verte
- Muestra la expresión de tu rostro
Mas el silencio aterrador y las sombras que mis iris no logran revelar me contestan y desde entonces aquí estoy al pie de esta ventana sin luz, mirándote cada noche esperando que despiertes de ese cuerpito falso y putrefacto del que logre librarte hace ya varios días.
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